Ocho Quilates Vol. 1

Escrito por en Artículos - 23 julio, 2012

La Edad de Oro del Software Español… Este rimbombante epíteto provocará pensamientos opuestos entre muchos de los lectores. Por una parte estarán los que alabarán la época, dando rienda suelta a su nostalgia al acordarse del Spectrum que les regalaron por su primera comunión y las cargas de los cassete mientras se merendaba pan con nocilla. Por otra parte estarán otros quienes afirmarán que en esa época los juegos ingleses y japoneses estaban bastante por encima de los productos nacionales. Y lo cierto es que ambos tienen razón. Pero lo que a mi me queda claro tras leer el volumen 1 de Ocho Quilates es que algo de oro sí que había.

El primer volumen empieza relatando los tímidos inicios en el año 83 hasta el año 86, con Dinamic pisando fuerte, ERBE afianzada como la mayor distribuidora nacional y Opera Soft recién fundada. Unos sucesos que a mi me pillaron muy pequeño (mi MSX llegó en 1987) y por eso no jugué en su momento a la mayoría de juegos que salen en este primer volumen.

Lectura veraniega y entretenida, hoygan

Lo que más llama la atención es esa especie de generación espontánea con la que surgieron los primeros intentos de crear software patrio en un tiempo donde los ordenadores parecían algo más bien de ciencia ficción que no esas herramientas para todo que son hoy en día. Y esos intentos llegaron de la mano de gente muy joven, chavales de instituto o con los estudios universitarios recién comenzado, pero con una curiosidad y unas ganas de aprender infinitas.

La Pulga. Con esto empezó todo

Así nacieron juegos como La Pulga, Fred o Saimazoom, juegos a los que se dedica un buen par de páginas, mediante ensayo y error, hojeando libros y programando en cuadernos antes de pasarlo a ordenador, utilizando si hacía falta a la familia para crear los gráficos “como si fuera un tapiz de punto de cruz”. Juegos cuya distribución se realizaba de forma prácticamente artesanal, con los propios desarrolladores llevando las copias a las tiendas para ver si se las vendían o no.

Sir Fred. Otro de los juegos más importantes de esos primeros años

También leemos sobre una industria en pañales, que nada tiene que ver con la mega-industria actual, donde todo el proceso de la creación de un videojuego podía ser llevado por un par de hermanos desde una buhardilla, incluyendo la copia de los cassetes y el envío o distribución a las tiendas. Me parece sorprendente y totalmente digno de alabanza todo el esfuerzo que dedicaron esos chavales para asentar los cimientos de la industria del software patrio. Y todo a base de dedicarle horas y beber coca-colas.

Abu Simbel Profanation. De dificultad tan legendaria que se ofreció un premio de 50.000 pesetas al primero que consiguiera acabarlo aportando la frase que aparece al final («Nos vemos en el polo») como prueba. Menos mal que entonces no había jugadores coreanos y así el concurso no acabó en dos horas.

Hablemos del autor: Jaume Esteve consigue que alguien que no tiene ni idea de BASIC, ensamblador ni código máquina haya devorado con atención las 250 páginas del libro, narrado a través de entrevistas con las personas implicadas, tanto programadores como distribuidores. Gracias a la buena memoria de alguno de ellos y al laborioso trabajo de documentación tanto en revistas nacionales como extranjeras, se nos relata, además de entretenidas anécdotas, las gestiones para distribuir los primeros Amstrad en España, los problemas habituales con las empresas inglesas y la profesionalización de esas compañías nacidas en un garaje o buhardilla para montarse en el dólar (o eso nos querían hacer creer desde UK, pero aquí la pasta solo daba para un Renault 7).

 La portada del libro TENÍA que ser de Azpiri… ¿Seguirá cobrando 25.000 pesetas?

Cierto es que los juegos ingleses y japoneses eran mejores que los españoles, pero cuando esa industria ya estaba afianzada en ambos países aquí se creó un movimiento desde cero, un movimiento que emanaba inocencia y unas ganas de tirar p’alante infinitas (y no es de extrañar que ciertas empresas inglesas se aprovecharan de la ilusión de los poor spaniards que intentaban lanzar sus juegos fuera de nuestras fronteras). Quizás los juegos no fueran los más bonitos ni los más fáciles, pero la lectura de Ocho Quilates me ha demostrado que no faltaba talento ni ganas de hacer las cosas bien. Espero con ganas ese segundo volumen.

Web Ocho Quilates

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