Top 5 Juegos de lucha mierders

Escrito por en Artículos - 7 mayo, 2012

Seamos sinceros. No hay nada mejor en las reuniones con los amigos en los que haya una consola de por medio que poner un juego de lucha y empezar el festival de tollinas. Lo cierto es que este tipo de juegos siempre triunfa, ya sea por la rapidez en sus combates o por ese componente casual que permite que un experimentado jugador pierda los papeles ante alguien que simplemente machaca los botones. Citar grandes títulos de lucha sería muy sencillo y es por ello que es mucho más gratificante navegar hacia la orilla donde Galious, al vernos, alza el brazo y nos saluda con esmero. Si, al universo de los videojuegos mierders.


Nunca había jugado a este título hasta hace poco pero la verdad es que me ha robado el corazón. Lento, exasperante y con un catálogo de golpes digno del vocabulario de la Duquesa de Alba, ClayFighter 63⅓ podría entrar perfectamente en la definición de juego regulero con una pizca de gracia, siempre que cambiemos la palabra regulero por lamentable y que le quitemos la gracia. En su día ClayFighters copó páginas en las revistas al tratarse de un producto diferente. «¡Un juego de lucha con muñecos de plastilina!» —exclamaba la muchachada— y ciertamente tuvo su aquel. Lo que ocurre es que no entiendo como después del gran «éxito» que tuvo (guiño, guiño) los desarrolladores decidieran hacer una segunda entrega. Me imagino las charletas en las oficinas de Interplay en las que se oiría repitivamente entre unos empleados adictos a la mescalina «esto lo va a petar«, «GOTY, GOTY» y demás cantos a la gloria porque si no, me es imposible entender el lanzamiento de este chufo. Seguramente el premio al empleado del mes se lo llevará el que eligió el nombre: «JAJAJA, LE PONEMOS DE 63⅓ PORQUE LA CONSOLA SE LLAMA NINTENDO 64 Y ASÍ ES LA PECHÁ DE REIR, JAJAJAJA, COMO LO PETA«. No, lo siento pero no.


Cuando un hijo hace algo mal lo habitual en los tiempos en los que me he criado era recibir un buen zapatazo en algún cachete del culo. El problema viene cuando se da una circunstancia cada vez más habitual, o eso dicen los medios, en la vida: ¿y si son los padres los que hacen algo mal? Como ternesco infante que era durante mi infancia, no sabría bien como reaccionar al ver a mis padres equivocarse constantemente. Realmente no sabía discenir cual era la barrera entre el bien y el mal así que se podría decir que sería incapaz de hacer algo para reprenderles. Ahora pensad en Sonic, el eterno erizo azul, como un joven imberbe que no puede impedir que sus padres cometan locuras. «La culpa es de los padres que las visten como putas» posiblemente sea la frase más adecuada para Sonic the Fighters, un ejercicio de pura prostitución a una mascota que se ha merecido mucho más. Yo diría que esto es casi denunciable porque el dantesco espectáculo que nos ofrece este título de lucha roza lo inhumano. ¿Dónde está la Greenpeace de los videojuegos cuando tanto se le necesita? ¿DÓNDE?


Mi relación con SEGA siempre fue sincera y emotiva. Master System y Mega Drive me acompañaron durante mi desarrollo y el paso natural era hacerse con la 32 bits de la compañía. Tardé un poco en lograrlo dado que soy de familia humilde pero al fin pude hacerme con mi tercera consola de videojuegos. Mi tercera consola de SEGA. Mi amor de toda la vida. Pero como todo, la magia se rompió. Uno de los títulos causantes de ello fue el denostable Battle Monsters, merecedor de toda la mierda que podamos echarle encima gracias, entre otras cosas, a un variopinto plantel de personajes traídos de una de las peores pesadillas por indigestión de juegos malos de Galious. Pero si la cosa quedara ahí pues bueno, «un juego mierder más» pero no, la cosa no podía quedar simplemente ahí. Los controles, bueno, los anticontroles son, como bien indica la nueva palabra que me he sacado de la manga, obscenos, rozando lo grotesco. Manejar correctamente cualquiera de los personajes tristemente digitalizados es más complicado que robarle la comida a Falete. Además, probablemente se trate del juego de lucha con la peor interface de la historia. ¿Velas como barra de vida? No sé que gótico dio el visto bueno de esto pero espero que esté a tres metros bajo el suelo donde seguramente vea con otros ojos el linchamiento que tuvo que recibir por permitir esta abominación. Bravo, Scarab por apartarme de las colinas verdes de Green Hill. Bravo.


Algo en mi interior siempre daba señales de alarma cuando iba a cambiar juegos al videoclub. Normalmente el cambio que hacía era notable gracias a esa voz que decía muy dentro de mí «esa portada tiene una pinta muy triste, méate en ella antes de coger ese cartucho» pero dos veces me falló el instinto. Una fue cuando cambié mi Sonic & Knuckles por un juego que regalé al señor Alejandro Retro en el posiblemente peor cambio de la historia de la humanidad y la otra ocasión ocurrió con 3D Ballz. Ya aburrido del Bonkers, una carátula llamo mi celosa atención. Dos figuras completamente echas con bolas aparecían en la portada y una de ellas le arreaba un buen guantazo a la otra arrancándole la bola que en otro tiempo fue su cabeza. Lo normal es que mis tripas hubieran rugido como hacían los guardias alemanes en el Commandos de Pyro Studios pero por alguna extraña ocurrencia del destino no lo hicieron. Puede que fuera ese 3D resplandeciente que llamaba mi atención o quizás fuera esa «z» del final que lo hacía tan cool como Poochie pero realmente acabé embobado por esa portada. El dependiente seguramente aún se esté riendo a mi costa por llevarme ese pseudo cartucho, ese experimento fallido de juego de lucha que captó la atención de ese joven pelirrojo sin experiencia y que aún tiene pesadillas con la tan ansiada «batalla de bolas» que prometía. Seguramente en la Nogalera o en Chueca aún se hable de ese milenario combate pero por mi parte no lo haré. Suficiente trauma tengo ya.


Marchando una de Indie Royale...

Mercadillo Ilustre Vol. 146