Análisis: Shadows of The Damned

Escrito por en Análisis - 21 julio, 2011

Rescatar a la chica en apuros. Ese sencillo argumento es la base de cientos de videojuegos y, pese a que cada vez se intente incorporar elementos más serios y originales en las tramas, sigue siendo un recurso efectivo. Y Shadows of the Damned no es una excepción. Sed bienvenidos al infierno más extravagante.

Resident Evil 4, No More Heroes, Killer7… ¿Es necesario conocer esos juegos para disfrutar de Shadows of The Damned? Creedme que no. Tal como he dicho otras veces, a mí lo que me gusta es el jamón, me importan tres pares de cojones la vida y milagros del cerdo. Y en este caso, me la suda51 el currículum de sus creadores y productores. Y si tengo que comparar Shadows of the Damned con otro juego no será con ninguno de los que nombro al principio del párrafo, sino con uno de mis juegos favoritos: Ghosts’n Goblins. Solo que en este caso, nuestro caballero andante no lleva ninguna frágil armadura sino el cuerpo lleno de tatuajes y una chupa de cuero con remaches. Se llama García Hotspur, un mexicano cazador de demonios más chulo incluso que John Carca.

Y las comparaciones no vienen solo por el mapa que aparece entre los capítulos

¿Y por qué? Para empezar, el juego comienza exactamente igual: viendo como el Señor de los Demonios, en este caso, un ser con seis ojos llamado Fleming, nos arrebata a nuestra amada y la arrastra hacia el Infierno, un infierno realmente peculiar, con casas de paredes empapeladas, máquinas expendedoras de licores y rétorcidos árboles con muñecas desmembradas colgadas en las ramas, poblado por extraños demonios que hacen cacas luminosas como puntos de control. Nada más llegar al Inframundo, nos damos cuenta que las lanzas, dagas y antorchas de Sir Arthur tienen un buen sustituto: Johnson, un demonio exiliado en forma de calavera flotante mutante que nos servirá de antorcha, pistola, escopeta y ametralladora.

Johnson pinchado en un palo

Pero las comparaciones no acaban aquí: como Ghosts’n Goblins, Shadows of The Damned tiene una orientación claramente arcade y, pese a no llegar a la endiablada dificultad del título de Capcom, superarlo nos costará algo mas de lo que nos tienen acostumbrados últimamente. Sí, es un juego de tiros como muchos otros, pero olvidaos de unas cuantas cosas a las que nos tienen acostumbrados: los sistemas de cobertura, la autorregeneración y la munición infinita. En Shadows of the Damned no podremos esperar tras una esquina o un cajón a que se curen automáticamente nuestras heridas y/o a que el enemigo de turno asome la cabecita para apuntarnos un headshot más al marcador. Para curarnos, deberemos desinfectar la herida con alcohol, a elegir entre Sake, Tequila o Absenta.

Aquí vemos a García Hotspur enseñando «la Ley de Tejas» a un demonio anónimo

Porque, a pesar de ser un juego de tiros, Shadows of the Damned no se parece a otro juego de tiros al que haya jugado. No es solo avanzar y disparar, sino que el juego cambia, sin previo aviso, poniéndonos las cosas más difíciles o absurdas: estamos en el Infierno, nadie espera un camino de rosas. Ahí es donde entra en juego la Oscuridad: una sustancia densa, gelatinosa, que nos absorbe el alma y protege a los enemigos de nuestros disparos. A la vez, la Oscuridad revela secretos del entorno o de nuestros enemigos, con lo que alguna vez deberemos adentrarnos en ella por nuestro propio pie. Y contra la Oscuridad, el disparo de Luz, una habilidad de Johnson que, a la vez que puede paralizar al enemigo, disipa la Oscuridad si acertamos a unas extrañas lámparas en forma de cabra dorada rumiante. Y la Oscuridad es sólo la primera de las sorpresas que nos esperan; hay muchas más, hasta en los títulos de crédito finales.

Dentro de la Oscuridad, las cosas se ven como en un puticlub una discoteca cutre

Otra de las sorpresas, agradable y desagradable a la vez: los jefes finales. Un buen puñado de grandes demonios nos tocaran los huevos desde casi el principio del juego, y os aseguro que en el nivel difícil son huesos duros de roer a pesar de la seguridad en si mismo de García Hotspur. Algunos de ellos, de los que conoceremos su historia en grandes libros de cuentos que encontramos en nuestro camino (y que García leerá con cierta dificultad) serán auténticos granos en el culo.

Este gorila sanguinoliento llamado George será el primero en tocarnos los cojones.

Esos final bosses son los que nos hacen olvidar la escasa variedad de demonios, no muchos más de media docena distintos, así como la lengua sucia (¡vivan los tacos en español!) y el carisma del dúo protagonista (un hombre y su pistola), chistes guarros incluidos, nos ayudan a obviar algunas carencias jugables: el tema de correr y esquivar no funciona todo lo bien que debería (y en más de una ocasión toca huir para salvar las pelotas) y a veces, el zoom al apuntar nos deja parcialmente ciegos, sin posibilidad de ver lo que sucede a nuestro alrededor ni por donde nos acechan los enemigos. Las referencias a algunas películas y el extraño escenario que es el Infierno de Fleming serán los que se encarguen de tener despierta nuestra curiosidad para ver cual será la siguiente excentricidad y mantenernos en vilo capítulo tras capítulo pese al espíritu pasillero del Inframundo.

Tiene un castillo lleno de pasillos y no fui capaz de encontrar el cuarto de baño

Otro problema: el juego no nos ofrece nada más que no sea el viaje de Hotspur al Infierno. No hay modos desafío, ni multijugador, ni chucherías desbloqueadas al acabarlo, ni siquiera la posibilidad de rejugar los capítulos superados para buscar gemas rojas; en unas 10 horas (en nivel difícil, sin contar muertes ni reintentos) habremos visto todo lo que nos ofrece Shadows of The Damned. A algunos les parecerá suficiente, a otros no. La única opción para alargar el tiempo de juego es rejugarlo de nuevo de cabo a rabo ya que, atención cazadores de logros y trofeos, pasárselo en nivel difícil no te concede los logros por acabarlo en los niveles de dificultad inferior. Sin embargo, hay que reconocer que Shadows of the Damned cumple de sobras con lo que debería caracterizar a un juego (más aún si hablamos de un Arcade) y nos proporcionará una gratísima experiencia durante ese corto trayecto para arrebatar a Paula, nuestro Ángel, de las garras de Fleming.

Lollipop Chainsaw, la nueva animalada de Suda51

El proceso de aprendizaje en los videojuegos.