Sospechosos habituales

Escrito por en Artículos - 17 septiembre, 2010

En el mundo de los videojuegos, como en los del cine y la literatura, hay una serie de enemigos y antagonistas que suelen repetirse a lo largo de los años. En algunas ocasiones es por falta de imaginación, en otras por exigencias del guión, y en otras tantas por mero fetichismo. Sea como sea, el caso es que los muy cabrones suelen estar ahí, puntuales a su cita con nuestros videojuegos, preparados para molestarnos año sí y año también. Son los cinco sospechosos habituales de los videojuegos, cinco enemigos que si no nos han reventado el culo por lo menos dos años consecutivos, es que no sabemos ni lo que es una Playstation.

Nuestro primer sospechoso habitual no podía ser otro que la bestia negra de todo aquel que haya jugado alguna vez en su vida a un juego de fútbol: Italia. Ya fuese en el Italy 90 (que viene que ni pintado para el caso), en el Sensible Soccer, en el Striker 96, en el Fifa 2000, o en el Pro Evolution Soccer 3, era llegar a la final del Mundial contra el conjunto italiano y palmar miserablemente. Da igual que tuviesen sobre el campo a Tassoti pegando codazos a diestro y siniestro o a Francesco Totti haciendo magia con el balón, el resultado al final de los noventa minutos (ciento veinte si son especialmente crueles) siempre va a ser siempre el mismo: derrota, cabreo consecuente y reinicio del partido que hay que ganar «por mis cojones». Sin embargo, en el segundo intento lo normal es meterles una paliza de aúpa con un resultado bastante irreal que no nos gusta nada, por lo que a pesar de ganar, seguimos teniendo la sensación de haber sido «troleados» a base de bien. Nótese que una variante bastante reciente de este archienemigo de los juegos de fútbol es el Inter de Milán, que siempre está preparado para joder a base de bien a cualquier incauto que piense que ganar la Champions League va a ser fácil.

El siguiente sospechoso habitual de la lista es nuestro enemigo íntimo el esqueleto. Estos amasijos de huesos llevan enfrentándose a nosotros desde tiempos inmemorables. Además, los muy bastardos no entienden de géneros, por lo que terminarás viéndolos en plataformas (Ghosts ‘n Goblins), juegos de lucha (Killer Instict), shooters (Painkiller), RPGs (Diablo), aventuras gráficas (Monkey Island), beat’em Ups (Golden Axe), juegos de puzles (Puzzle Quest) o de estrategia (Heroes of Might & Magic). Por suerte para nosotros, a diferencia de la selección italiana, estos señores suelen ser el escalón más bajo dentro de cualquier videojuego, por lo que a pesar de repetirse de forma incansable en todos los géneros y plataformas posibles, nunca llegarán a suponer una molestia notable. Ahora eso sí, como el esqueleto en cuestión tenga nombre propio, véanse Spinal, el Rey Esquleto o LeChuck, estás jodido. Y sí, he metido a los esqueletos y no a los zombis porque estos últimos no son más que una jodida moda pasajera de estos últimos años que, con un poco de suerte, terminará pasando de aquí al año que viene (cuando se vuelvan a poner de moda los que vienen a continuación).

Aunque hoy en día están bastante en desuso, el colectivo de punkarras, pandilleros y demás escoria callejera siempre ha sido un clásico de toda la vida del señor. No había un sólo «yo contra el barrio» de la época que no incluyese cantidades industriales de estos «deividbowis» armados hasta los dientes con cadenas, palos y, sobre todo, navajas. Su clásico caminar enchepado, con parches de grupos de música inexistentes y pendientes en las orejas de un tamaño imposible, son una de esas imágenes (casi iconos) que todos tendremos para siempre en las retinas. No obstante, de nuevo nos encontramos con un caso parecido al de los esqueletos, ya que nuestros amigos pandilocos suelen ser la primera y más prescindible linea de batalla de todos los Kingpins del mundo del videojuego, que no son pocos. Pese a lo que podáis pensar, estos joputas no sólo hacen acto de presencia en títulos con ambientaciones modernas y urbanas. No tenéis más que ir a cualquier RPG con ambientación medieval para encontrar, normalmente al principio del juego, al típico par de pandilleros medievales (sin cresta de colores por desgracia) con ganas de recibir una paliza.

Que levante la mano el que al darle a «leer más» no esperaba ver nazis en el artículo. Pues eso. Los nazis son tanto o más recurrentes que los malditos esqueletos. Sin embargo, a diferencia de estos y del resto de sospechosos habituales, dentro de la categoría «nazi» podemos encontrar todo tipo de especímenes: soldados rasos de esos que matamos a montones en Wolfenstein, bellas y mortales agentes de las SS embutidas en cuero (también en Wolfenstein), perros, zombis, robots o dinosaurios con atuendos nazis, o el mismísimo Adolf Hitler montado en un mecha gigante (Time Gentleman! Please!). Como veis, los nazis, haciendo honor a su nombre, podrían formar un auténtico ejercito videojueguil con todos sus rangos: desde los soldaditos rasos hasta el puñetero líder. No obstante estamos hablando del enemigo de moda durante todos los años previos a la irrupción del zombi como enemigo predilecto. Porque sí, aunque duela hay que admitir que los zombis son los nuevos nazis. Y los nazis son… pues los antiguos zombis: unos minoritarios que dan alegrías a los nostálgicos y siempre nos recuerdan a películas y juegos antiguos.

Tolocos os habré dejado con la foto de la cabecera. ¿A qué cojones se referirá este tío con ese coche estrellado contra un árbol? – se preguntará alguno. Pues precisamente a eso: a los árboles. Y es que desde que el primer juego con mundo abierto en el que podemos conducir coches salió a la venta, los árboles se han ido convirtiendo poco a poco en auténticos asesinos silenciosos. A veces lo hacen de forma discreta, simplemente poniéndose en tu camino cuando vas con el coche a toda hostia y ayudando a que la policía te detenga o los enemigos te acribillen. Mientras que en otras ocasiones, ya en juegos más modernos, se permiten el lujo de atacar frontalmente, infligiéndote daño real o incluso llegándote a matar si vas demasiado rápido. Lo cual es curioso, porque un semáforo o una farola no suponen un sólo rasguño para nuestro personaje, de hecho suelen saltar por los aires al más mínimo contacto con nuestro vehículo… ¿pero un árbol? ¡JA! Ni se te ocurra intentar tirarlos, porque los árboles son como el Tito MC, que te focan, que te parten la boca, que no se dejan tocar las pelotas. Que te plantan cara, joder.

The Indie Bundles

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