Análisis: Wolfenstein RPG

Escrito por en Análisis - 18 julio, 2010

Wolfenstein RPG sigue el esquema básico de los juegos de rol de principios de los noventa, en los que predominaba la vista en primera persona, con movimientos y combates por turnos, dentro de pasillos interminables, y con una dificultad endiablada. Por ese motivo, si como yo sigues pensando que la saga Might & Magic es la hostia (ojo, no Heroes of Might & Magic, aunque también) puede ser que estés ante tu juego. Si por el contrario eres de los que prefiere esconderse detrás de columnas para disparar a sus estúpidos enemigos, ya puedes dejar de leer.

Si has elegido seguir leyendo es porque tienes buen gusto (pero que quede entre tú y yo, que le den a las nenazas que no han continuado), así que me puedo ahorrar todos los formalismos y decirte simplemente que le eches un ojo a las siguientes imágenes:

Busca el error en esta imagen

Un nazi y dos pistolas, clásico

Un científico loco y un lanzacohetes, clásico

Dos guerreros zombi y dos pistolas, clásico

Un golem lanza cohetes, un capitán nazi y un rifle de francotirador en un pasillo, clásico

El demonio del Doom siendo empalado con una lanza, clásico

Bien, ahora todo eso enmárcalo en un pequeño mundo en el que tenemos dieciséis armas a nuestras disposición, entre las que se incluyen rifles de francotirador, lanzallamas, puños americanos, ametralladoras de todas clases, un arma experimental de rayos y… la lanza del destino, arma imprescindible para matar ¡al Demonio Final! Pero claro, antes de llegar a este gran hijo de puta (cuando os enfrentéis a él entenderéis mi odio) habrá que hacer frente a cientos de enemigos como soldados, espías, zombis, esqueletos, golems que lanzan cohetes, masas informes sospechosamente parecidas a los enemigos de Doom, e incluso pollos asesinos mutantes. Habéis leído bien, pollos-asesinos-mutantes. Por si eso fuese poco, Wolfenstein RPG es bastante largo e incluye un mini juego de patear pollos prácticamente idéntico al visto en el primer Fable. Además, aunque en esta ocasión no podremos enfrentarnos a Hitler y su exoesqueleto mecánico, sí que tendremos la posibilidad de atizarle a la gran cantidad de retratos que cuelgan de las paredes del Castillo de Wolfenstein y alrededores, consiguiendo un efecto casi tan satisfactorio.

La única pega, para mi bastante importante, es la sensación constante de que los enemigos hacen trampa. Vamos a ver, si yo no puedo moverme y disparar, ¿por qué esos hijos de perra sí pueden? ¡Yo soy el cabronazo que lleva asesinado a medio ejercito alemán! ¿No debería ser yo el tío suficientemente ágil como para pegar un tiro y esconderme tras la esquina? Pues no, parece que no… y eso me ha tocado mucho los cojones a lo largo de todo el juego.

Mercadillo Ilustre Vol. 57

¿Es este el camino?