¡Qué duro es ser malo!

Escrito por en Artículos - 15 mayo, 2010

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Ser malo es un trabajo duro. Nuestro único objetivo en la vida es intentar matar al bueno de turno. Algo en lo que, mira tú por donde, damos pena. Para colmo, si en lugar de ser un jefazo o el final boss del juego, tenemos la mala suerte de ser uno de los muchos peleles con vocación de contenedor de munición, no solo daremos pena, sino que normalmente no duraremos más de diez segundos en pantalla. Y es que lo único peor que ser malo, es trabajar para el malo.

Para empezar, como ya he dejado caer en la cabecera, la esperanza de vida es muy corta. Estudios oficiales de revistas especializadas en la materia dicen que la duración en pantalla media de uno de estos subordinados es de 5,4 segundos. Una nula destreza que les lleva a esperar unos segundos antes de atacar es la principal culpable. Sin embargo, otros factores como la escasa resistencia gracias a la cual un simple disparo puede matarlos, o esa fuerza con la que intentan acariciarte en combate cuerpo a cuerpo, también resultan determinantes.

Pero no solo de morir rápido se debe preocupar uno. Otros problemas como una falta alarmante de carisma también pueden resultar devastadores. Pensadlo, ¿qué mujer va a querer salir con un hombre que comparte rostro, voz, comportamiento y trabajo con otro centenar de tíos? Y en el improbable caso de que este pequeño detalle no le importase, ¿cual de ellas iba a querer tener sexo con un tío feo de cojones que solo sabe decir tres líneas de diálogo? Ninguna, claro Así, estos pobres se ven con un trabajo de mierda, peligroso y mal pagado gracias al cual, para colmo, son incapaces de pillar cacho. Pensándolo bien, esos 5,4 segundos de esperanza de vida deben ser una gozada para la mayoría de ellos…

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Sooooooo true

Por si no tener unos buenos atributos físicos y carecer completamente de carisma no fuese suficiente, estos pobres bastardos también tienen que llevar sobre sus espaldas el peso de una inteligencia más que cuestionable. Claro que teniendo en cuenta que hacen el trabajo que hacen sin rechistar, muy listos no podían ser. Pero cojones, una cosa es no ser muy listo y otra muy diferente es esconderse detrás de los barriles rojos. ¡Que son rojos y en la mayoría pone “inflamable”! No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que ese no es el mejor escondite. Por otro lado los que no se esconden tras barriles optan por lanzarse como auténticos kamikazes en tu dirección. Lo cual no sería una mala idea si no fuese porque, como ya hemos mencionado, tienen la fuerza de una niña de tres años y el aguante de una abuela de setenta.

Aunque no lo creáis todavía no he terminado con las putadas que sufre este colectivo. Porque si hay algo peor que ser un mierdas es que a nadie le importes una mierda, y esto es precisamente lo que le ocurre a nuestros pobres amigos. A sus jefes y empleadores no les importa en absoluto si viven o mueren, de hecho, tal parece que los dejan ahí únicamente para calentar al héroe de turno. A sus compañeros de profesión no les importa una mierda, porque todos son tan tontos como él y no entienden muy bien cómo se hace para tener sentimientos. Y como ya hemos visto antes, debido a sus atributos sociales los pobres no tienen ni familia, ni novia, ni perro y, ni siquiera un gato como John Carca. Nada.

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Imagina ser el segundo por la derecha

Lo más irónico de todo esto es que hay una cosa que, por desgracia para ellos, sí que tienen de sobra: el valor. Lo que para el protagonista de cualquier videojuego es un requisito indispensable y una excelente virtud, en nuestros queridos subalternos se transforma en un arma de doble filo. ¿Cómo es eso? – os preguntaréis. Fácil, ser valiente está muy bien y es algo bonito. Incluso se liga más si me apuras. Pero joder, cuanto has visto como un solo hombre ha asesinado a más de doscientos tíos exactamente iguales que tú, quedarte a plantarle cara como un campeón no es valor: es estupidez. Estupidez de la que te lleva a la tumba, si se me permite.

Moraleja: tenemos suerte de encarnar siempre al protagonista de la historia. Ser uno de estos subalternos genéricos debe ser una puta mierda bastante aburrida. Y no, ni Oppossing Forces ni en Blue Shift nos ponen en la piel de uno de ellos, que os veo venir.

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