De por qué Final Fantasy no es lo que era

Escrito por en Artículos - 11 marzo, 2010

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¿Os acordáis de aquellos tiempos en los que Final Fantasy VII nos parecía el mejor juego de la historia? ¿O la agonía de esperar por Final Fantasy VIII? ¿La camiseta y memory card que venían con su edición de coleccionista que solo unos pocos afortunados se pudieron permitir? ¿Acaso recordáis esos días en los que solo leer dos efes juntas ya nos ponía tontorrones? Posiblemente. ¿Y sabéis por qué? Porque os hacéis mayores, so viejos. Así que vamos a hacer un poco de memoria…

Doce tiernas primaveras tendría yo la primera vez que jugué a un Final Fantasy. Como os podréis imaginar, fue el siete. Y como podréis intuir los que llevéis un tiempo leyéndonos, fue para PC. No creáis que me informe de sus virtudes en alguna revista especializada o algo parecido. No, de hecho yo quería el glorioso Fighting Force, pero como no me tiraba en el ordenador (necesitaba una Monster 3DII) me puse a mirar la estantería de los juegos de PC dispuesto a llevarme un nuevo juego a casa sí o sí. Y claro, hubo una caja que me llamó poderosamente la atención. No ya porque hubiese un colega con un espadón del tamaño de un submarino ruso en la parte delantera, sino porque en la parte de atrás podía leerse una frase que se vendía sola: “Adopta el papel de Cloud Strife, un mercenario ex-miembro de las fuerzas diabólicas de Shinra, soldado involucrado en una historia increíble de amor, amistad y guerra entre lo bueno y lo perverso”. Amor, amistad, guerra y cosas perversas. ¿Qué más necesita un niño de doce años para sentirse super maduro?

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Una muestra de mi profundo odio por Final Fantasy

Después llegaron Final Fantasy VIII con el que es, posiblemente, el peor port de PC de la historia y Final Fantasy IX, que tuve que emular vilmente con el VGS porque no salió en caja grande. Eran tiempos felices. Ambos juegos, a su manera, nos parecían obras maestras. Muy por debajo de la gran séptima parte, por supuesto, pero obras maestras al fin y al cabo. El hecho de que la competencia fuese total y absolutamente nula tampoco ayudaba a cambiar nuestros pensamientos. La mejor alternativa a la franquicia estrella de Square era Wild Arms, y eso tampoco es decir demasiado. Además, algunos, los más afortunados, aprovechamos para comenzar a jugar a todos las entregas atrasadas por obra y gracia del ZSnes. Gracias a esto, los más espabilados descubrimos que el mejor Final Fantasy de la saga era el seis, mientras que el resto de fans, menos afortunados o más lentos, se siguieron quedando con el siete (algunos incluso con el ocho). En cualquier caso, el que más y el que menos ya se había pasado media franquicia y se consideraba un experto en Final Fantasy. Esta licenciatura en la universidad de SquareSoft supuso el primer clavo en el ataúd de la saga. El segundo, claro está, se llamó Final Fantasy X… y como sabéis no vino solo.

Final Fantasy X vio la luz y ya no era lo mismo. Unos, los que si Halo se llamase Final Fantasy: FPS lo defenderían a capa y espada, lo abrazaron como al nuevo Mesías de los videojuegos. Otros, los que descubrimos que hay vida más allá de la Playstation, nos lanzamos a probar nuevos géneros. Fuese como fuese el daño ya estaba hecho. Parte de la enorme ‘fanbase’ se había ido. Y no hablo de algo que haya leído en el foro de Meristation o en la Hobby Consolas, no. Hablo de mi experiencia personal. De mi grupo cercano de seis amigos, los seis jugamos y adoramos Final Fantasy VII y VIII. Cuando la décima parte aterrizó en las tiendas españolas solo tres corrieron a comprarlo. Un año después solo a uno le gustaba. ¿Por qué este cambio repentino? Fácil, porque estar “involucrado en una historia increíble de amor, amistad y guerra entre lo bueno y lo perverso” mola cuando tienes doce años y el mero hecho de leer la palabra perverso te parece atrevido. Cuando maduras un poco y te das cuenta de que ya has protagonizado la misma aventura nueve veces, no mola tanto. Como es normal, a partir de aquí la cosa fue cuesta abajo y sin frenos. No ya por el genial Final Fantasy X-2 o el exitoso e innovador Final Fantasy XI, sino porque a PS2 empezó a llegar verdadera competencia en materia de JRPGs. Suikoden 3, BoF: Dragon’s Quarter, Star Ocean: Till the End of Time o SMT: Lucifer’s Call son solo algunos de los títulos que empezaron a hacer sombra a la todopoderosa saga de Square-Enix. De repente Final Fantasy no era el único nombre que se venía a nuestra cabeza al pensar en protagonistas aniñados y combates por turnos. Algo estaba cambiando en nuestras cabezas.

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Y aquí otra, que en la anterior se me olvidó meter el Anthology NTSC

Sin embargo, el cambio más importante no se estaba produciendo en nosotros, se estaba produciendo en los nuevos niños de doce años. Aquella frase tan llamativa que a mi me vendió el juego “una historia increíble de amor, amistad y guerra entre lo bueno y lo perverso”, ya no resultaba tan apetecible. Y no resultaba tan apetecible porque Tommy Vercetti, Kratos, el Jefe Maestro o Dante ofrecían una experiencia mucho más madura que eso. Porque la madurez ya no consistía en salvar al mundo con un personaje que bien podía ser una niña un poco fea. Ser maduro ahora era masacrar todo lo que se ponía por delante en una orgía de violencia y, ocasionalmente, tetas. ¡Qué cojones! Si hace doce años al lado de la caja de Final Fantasy VII hubiese estado una de Devil May Cry o God of War le hubiesen dado por el mismísimo culo al carapan de Cloud. Pero no la había. Y yo, y todos los niños de mi edad, nos llevamos a casa una infancia en 3 CDroms.

Ahora bien, entiendo que muchos de vosotros no queráis verlo. El caso es parecido al de Konami con Pro Evolution Soccer, donde tuvieron que pasar cuatro largos años para que los usuarios señalasen con el dedo al grito de: “pero si es siempre la misma mierda”. Cuatro años que suponen cuatro juegos. Cuatro juegos que cientos de miles de usuarios compraron a ciegas simplemente porque era “el PRO”. Es decir, miles y miles de ventas gracias a la inercia que otorga un simple nombre. ¿Veis el símil? Más de la mitad de los compradores de Final Fantasy XIII solo acuden a la tienda en busca de un nombre. Un nombre que, de estar adherido a medianías como White Knight Chronicles o The Last Remnant, los habría elevado al olimpo de los juegos de rol. Pero no es así. Porque en Square-Enix no son tontos, se habrán podido olvidado de hacer buenos juegos, pero de lo que nunca se han olvidado y nunca se olvidarán es de venderlos. Y me parece bien, que sigan vendiendo todo lo que puedan. Pero que no cuenten con mis sesenta euros, porque aunque me duela decirlo, Final Fantasy ya no es lo que era.

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