Retro Amor: Vandal Hearts II

Escrito por en Retro Amor - 2 noviembre, 2010

Algunos de vosotros ya sabréis que en videojuegos, mi género favorito es de los conocidos como SRPG, híbridos de rol y estrategia por turnos, que tradicionalmente han pertenecido casi en exclusiva al mundo de las videoconsolas. El principio de esta extraña predilección, lejos de encontrarse en los más populares Final Fantasy Tactics o Fire Emblem, llegó con un título del que no conocía absolutamente nada hasta unos cuantos minutos después de llevármelo del videoclub donde lo alquilé. Difícilmente sabía yo por aquel entonces que Vandal Hearts II iba a convertirse en uno de los juegos de mi vida.

Como es posible que muchos de vosotros no tengáis ni zorra idea de qué juego estoy hablando, comenzaré haciendo un pequeña sinopsis de un argumento que, por aquel entonces, me pareció tan maduro que me salió pelo en el pecho así de golpe y porrazo. De hecho, lo primero que vemos nada más empezar a jugar es una escena bastante «fuerte», en la que un grupo de soldados al servicio del imperio arrasa un pueblo entero matando viejos y violando mujeres en el proceso. Y todo, para dar ejemplo, no sea que en otros puntos de Natra (continente ficticio donde se desarrolla la acción) les de por revelarse ante el reciente cambio de gobierno propiciado por el asesinato del Rey… a manos de la propia Reina y su amante… que han establecido a su hijo como marioneta en el trono. Total, violencia, política y sexo implícito en los primeros diez minutos de juego: el cóctel perfecto para que un niño de doce años se sienta en la cima del mundo.

Tras el apoteósico comienzo, el juego hace un amago de devolvernos a la dura realidad del JRPG casposo, al ponernos en la piel de un niño que, armado con un «palo de sal» y acompañado por sus amigos, se enfrenta a una especie de ‘slimes’. Por suerte, esta parte en la que manejamos a un jovencísimo Joshua (sí, es el peor nombre de protagonista de la historia) dura lo justo y necesario para ponernos en situación y darnos un trasfondo que, más adelante en el juego, cobrará una relevancia capital. Además, y todo sea dicho, gracias a este flashback tempranero, pasas del bajón que supone pensar que vas a manejar a un puto niñato (otra vez), al subidón de controlar a un bandolero malote que asalta caravanas imperiales. Ahí es nada.

Tras este largo prólogo que, como digo, nos ayuda a ponernos en situación y conocer el mundo en el que se va a desarrollar el juego, comienza la verdadera historia. De la cual, por cierto, no os voy a contar nada, porque cuando yo lo jugué por primera vez llegué completamente virgen, y recuerdo que lo disfruté como nunca había disfrutado una historia de videojuego. Para mi sorpresa, cuando unos cuantos años más tarde volví a pasármelo, el argumento no sólo me siguió pareciendo cojonudo, sino que descubrí en él nuevas capas de profundidad que con doce años no pude captar. Además, pese a que el juego es más lineal que un tren de cercanías, ya incorporaba eso que tan de moda a puesto Mass Effect 2 de tomar decisiones importantes que alteren el final de la historia. Y en este caso, las alteraciones podían ser realmente brutales.

Aunque si algo hay brutal dentro de Vandal Hearts II eso es su sistema de combate. Brutal, inmisericorde, despiadado, o directamente cabronazo; muchos son los adjetivos que se le pueden dar a unos combates en los que un jodido ataque podía acabar con la vida de tu personaje, y en consecuencia de la partida. Esto ocurre por una razón muy sencilla, y es que los enemigos normales están «construidos» exactamente igual que nuestros personajes. Es decir, tienen unas barras de vida, unos ataques, una defensa y un movimiento idéntico al de nuestras tropas. Por lo que si nosotros podemos cargarnos a uno de ellos de un sólo ataque (con algo de suerte), ellos pueden hacer exactamente lo mismo. El truco para sobrevivir pues, radica en el mismísimo corazón del sistema de combate, que pese a ser por turnos, no se parece en nada a los que podáis haber visto en otro juego.

«Turnos simultáneos» es el concepto que mejor definiría el peculiar sistema de combate de Vandal Hearts II. ¿Qué quiere decir esto? Pues que nosotros elegiremos qué personaje queremos mover y qué acción queremos llevar a cabo, pero una vez la confirmemos, en lugar de reproducirse normalmente, la pantalla se dividirá en dos, mostrando en un lado el recorrido y acción que hemos establecido para nuestro personaje, y en el otro el que la Inteligencia Artificial ha preparado para el bando enemigo. Esto, efectivamente, puede provocar que nuestro personaje golpee al aire donde antes se encontraba un enemigo, lo que puede llevar a momentos de mucho lol y algo de rofl. Por suerte, lo cierto es que no se tarda demasiado en coger el truquillo a este sistema, así que en unas cuantas peleas nos veremos atacando espacios vacíos donde sabemos que el enemigo se colocará para atacar a nuestro personaje, que por supuesto ya no estará allí. Lo sé, suena confuso, pero es de esas cosas que hay que probar para entender correctamente.

Siguiendo con la tónica algo peculiar del combate, tenemos la configuración de personajes y sus habilidades. Al contrario que en la mayoría de juegos, la clase de un personaje (nuestro protagonista incluido) viene determinada exclusivamente por el tipo de armadura que esté llevando. De forma que si vestimos a Joshua con una túnica y le ponemos un bastón mágico será un mago, y si lo embutimos en una armadura pesada y le calzamos una lanza será un guerrero. Este sistema, que puede sonar algo superficial, permite una versatilidad brutal a la hora de planificar combates. Ya que aunque por defecto cada personaje tenga unos atributos que lo hagan más efectivo para una clase que para otra, dependerá enteramente de nosotros elegir la configuración de nuestra tropa. Que quieres una banda de magos locos, pues te la haces. Atente a las consecuencias, eso sí. Pero por cojones que puedes hacértela.

Combate e historia al margen, Vandal Hearts II debió de ser uno de los primeros juegos de PSX que te pedían a gritos la jodida guía de estrategia oficial. Sin ella, que por lo que a mi respecta nunca llegó a España, era virtualmente imposible conseguirse el final bueno. Qué cojones, sin ella te podía pasar lo que a mi, que termines el juego de principio a fin sin haber usado una sola vez toda una serie de habilidades especiales que te permitían llevar a cabo acciones adicionales en el campo de batalla. Acciones tan importantes como abrir unos enormes cofres que había desperdigados por el campo de batalla, y que contenían, en contadas ocasiones, elementos vitales para obtener el mejor desenlace. En mi primera partida, ante la aparente imposibilidad de abrirlos (les ataqué, les hice magia, los flanquee, etc.), me autoconvencí de que eran elementos decorativos. Claro, por entonces no existía Gamefaqs, y yo era posiblemente el único bastardo que se había alquilado el juego en toda Málaga.

Anécdotas al margen, un detalle que no puedo dejar sin comentar es el del diseño artístico. Cada personaje, animal o monstruo que encontremos durante los combates tiene un retrato dibujado con un estilo que no se parece en nada al característico de los JRPG de la época. Algo que se agradece y mucho, si tenemos en cuenta que la historia y las situaciones planteadas durante el juego son de un carácter bastante maduro. Que queréis que os diga, pero me resultaría difícil tomarme en serio a un emperador que tuviese el jepeto de Laharl… o de Sephirot si me apuras. Así que olvidaos de ver personajes guapos de ojos grandes y melenones, porque la mayoría de ciudadanos de Natra son feos como un culo. No mucho más bonita, todo sea dicho, resulta la traducción española, que alterna momentos de auténtica brillantez como los que podemos ver en las capturas de arriba, con menús enteros sin traducir, palabras en ¿italiano?, e incluso cosas como «terminar giro» en lugar de «terminar turno».

Tras leer todo lo anterior hay varias posibilidades: que a pesar de todo Vandal Hearts II no te interese lo más mínimo, que te haya interesado y quieras echarle el guante para probarlo tú mismo, o que ya lo hayas jugado y tengas tu propia opinión al respecto. Si perteneces al tercer grupo no dudes en aportar tu propio punto de vista, porque os lo creáis o no, nunca he llegado a conocer a otra persona que se lo haya pasado.

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