Un viaje a lo peor de Camelot

Retro ¿amor?: Chronicles of the Sword

Escrito por en Retro Amor - 1 junio, 2010

Buenos días. Solo pasaba por aquí y me apetecía cagarme en la puta madre de alguien. Y por eso seguimos con los Retro ¿Amor?, rememorando esas grandes mierdas en forma de videojuegos que nos comimos con patatas cuando no estábamos sobresaturados de información gracias al milagro moderno que es internet. Mi próxima víctima: el segundo juego que compré para PSOne (el primero también merecería su Retro ¿amor?, pero no es una mierda tan grande como la que nos traemos entre manos) y a la vez el juego que más me arrepiento de haber adquirido: Chronicles of the Sword

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Leyendas artúricas, gráficos renderizados, el mago Merlín, la bruja Morgana, combates épicos con esqueletos malditos, doble CD, todo apuntaba a un juegazo, una aventura gráfica que nos haría olvidar los pixelados juegos de Lucas Arts y dar paso a una nueva generación. Por eso, el hostión que me dieron en todos los morros no se me va a olvidar en la vida.

Chronicles of The Sword tiene el dudoso honor de ser la aventura gráfica donde quedé encallado con más celeridad: antes de resolver un solo puzzle. La primera “misión” que tenemos es que debemos visitar al mago Merlín en su torre encantada. Acudimos raudos y veloces a la torre y, ¡¡sorpresa!! Nos cansaremos de subir escalones como gilipollas a menos que tengamos la genial idea de insertar nuestra espada en el ojo de un caballito de mar grabado en la pared (tamaño 4×4 píxels) y se nos abra la puerta del estudio del mago. De hecho, al ver que yo subía y subía, y siempre me aparecía la misma pantalla, fui a protestar a la tienda diciendo que el juego estaba jodido, que quedaba encallado en la misma pantalla. No me creyeron ni me quisieron devolver la pasta… Mierda…

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Y yo buscando la llave bajo el felpudo de la mesa redonda…

Y esa es la tónica general del juego. Puzzles obvios y fáciles cuya mayor dificultad consiste en encontrar los objetos adecuados para resolverlos. Y es jodido, porque no están a simple vista, ni siquiera más o menos escondidos. La mayoría son directamente invisibles: calaveras con rubíes en las cuencas en los ojos, llaves, viales de agua bendita, pelos, setas… Todos se esconden tras un pequeño punto de 3×3 píxels en el punto más recóndito del escenario, ocultos en las sombras.

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Encuentra la Brizna de Hierba del Destino para derrotar al Caballero Negro

Por eso, el «mezclar todo con todo» habitual cuando quedamos varados cual ballena moribunda en una aventura gráfica no era suficiente. En este «videojuego» (las comillas están en mayúsculas), mi modo de proceder era realizar “barridos” por la pantalla hasta que notaba que el cursor cambiaba, indicando que ahí había un objeto que podía recoger. Como podéis suponer, el nivel de diversión que experimenté con este juego fue tan épico como la historia que acompaña la aventura. Además, la técnica del “barrido” no siempre funcionaba. La prueba es que no conseguí acabar Chronicles of the Sword ni con una guía. Fui incapaz de encontrar una puta piedra en medio de un camino. Una piedra cualquiera, no tenía nada de especial, y tenía que ser esa en concreto, la que se esconde tras un par de píxels y no cualquier otra.

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Visitaba a menudo la capilla para conseguir apoyo espiritual. Era inútil

Y no hablemos de los “combates” que tan buena pinta tenían en las capturas de la caja… Al final, los escasos combates del juego (3 o 4) se reducían a animaciones donde interactuabamos a lo Dragon’s Lair, donde debíamos esquivar o atacar según la dirección que nos atacaba el esqueleto contrincante. Gracias a las horribles ralentizaciones que sufría el juego, era IMPOSIBLE ver venir al adversario, esquivar sus ataques y propinarles los nuestros para derrotarle. Gracias a Dios, existía un “modo fácil” donde resultábamos el vencedor del combate automáticamente. Seguramente, todos los que sufrimos este juego pusimos el modo fácil tras llegar al primer combate.

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Encima se cachondeaba, el hijoputa

En resumen, un juego que nos daba ganas de viajar a la era de las leyendas artúricas, darle un bofetón a Arturo, sacar a Excalibur de su piedra y metérsela por el culo hasta la empuñadura a Sir Gawain (así se llamaba el protagonista), a Lancelot, a Morgana, a Merlín y a todo el equipo de Psygnosis que nos robó la pasta con esta gargantuesca cagada en forma de videojuego. Sin lugar a dudas, si hay que dar la culpa a alguien por la desaparición del género de las aventuras gráficas es a Chronicles of the Sword y bodrios similares que salieron a mediados de los 90, que provocaron una pérdida de confianza al jugón medio al ser cada vez peores… ¡Aventuras gráficas de garrafón, yo os maldigo!

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