Análisis: Angry Birds

Escrito por en Análisis - 27 junio, 2010

Angry Birds es un juego de iPhone que consiste en utilizar un tirachinas gigante para lanzar un puñado de pájaros con poderes especiales contra una serie de edificaciones tras las que se esconden unos malvados cerdos verdes que han robado los huevos de nuestros protagonistas en un intento por satisfacer el hambre de su verdoso y gorrino rey. ¿Suena estúpido? Desde luego. ¿Absurdo? Absurdísimo. ¿Adictivo? Como el crack.

No en vano Angry Birds lleva vendidas más de cuatro millones de unidades en todo el mundo y es la aplicación número uno de… bueno, un tocho de países enorme que paso de copiar y pegar. Baste decir que salió el año pasado y que, por ejemplo, ha vendido el triple de copias que Heavy Rain. El secreto de su éxito, por si acaso os lo estáis preguntando, es el mismo que el de Peggle o Plants Vs Zombies. Es decir, que debido a una serie de motivos que ahora enunciaré resulta igual de atractivo para los llamados «casuals» y «jarcors». Vaya, que igual que lo estoy disfrutando yo, lo puede disfrutar mi prima. O la tuya.

El «culpable» de esto no es otro que su sencilla y adictiva jugabilidad, que es básicamente una versión mejorada y simplificada de los típicos juegos en flash de disparar una catapulta contra un castillo (he aquí un juego del viernes parecido). La mayor diferencia, claro está, es que en lugar de disparar un montón de rocas sin personalidad contra una serie de soldados y objetos sin personalidad; lanzaremos unos pájaros muy monos contra unos cerdos verdes muy monos. De nuevo, algo muy similar a lo que vimos con Plants Vs Zombies, que no era más que un tower defense bastante bueno con un diseño artístico cojonudo.

Así pues, para vencer la resistencia de los cerdos verdes podremos contar con varios tipos de aves. Entre ellas están el pájaro que se divide en tres pajaritos, ideal para romper bloques de hielo; el pájaro bomba, muy útil para romper bloques de piedra y causar estragos; el pájaro bumerán, imprescindible para romper bloques en posiciones complicadas; o el pájaro lanza huevos, que nos permitirá tirar un huevazo explosivo desde el aire. Con ellos y otro par de pájaros más, tendremos que matar a todos los cerdos de cada pantalla, intentando conseguir en el proceso la mayor cantidad de puntos posible. Precisamente esto de conseguir la mayor cantidad de puntos es el segundo motivo por el cual Angry Birds es tan sumamente viciante.

Pasarse una fase no es del todo difícil (mentira, hay fases en el segundo y tercer mundo que son para pegarse un tiro), lo realmente difícil es conseguir tres estrellas en cada una de ellas. Para ello no bastará con lanzar a nuestros amigos con buena puntería, sino que tendremos que usar el ingenio y el propio escenario para acabar con todos los cerdos con el menor número de pájaros posibles (nos dan entre tres y cinco por regla general). Algo que, a poco que juguéis unas cuantas fases, descubriréis que no es nada fácil. En cualquier caso, fácil o difícil, lo cierto es que Angry Birds consigue ser siempre divertido. Sí, incluso cuando llevamos treinta intentos en una misma fase.

Actualmente hay ciento cincuenta niveles distintos en los que podemos medir nuestra habilidad. Ciento cincuenta niveles en los que habré podido invertir unas diez o doce horas. Ahora bien, si tenemos en cuenta que su precio es de ochenta céntimos de euro, una simple regla de tres nos dice que la hora de diversión con Angry Birds sale a unos seis céntimos de euro. Si merece o no la pena, ya es cosa tuya decidirlo.

Algo grande se acerca...

El Juego del ¿Viernes? (XII)