Dragon's Dogma Journal I

Escrito por en Artículos - 17 octubre, 2012

Tras las bitácoras que escribió Andresito sobre Dragon Age: Origins y Skyrim, ahora me toca a mí contar mis batallitas en Dragon’s Dogma, un juego que creo que no se le ha hecho el caso que merece y que me está pareciendo de lo mejorcito que ha salido este año… Quizás la maldición de no llevar un numerito en el título sea mucho peor que cualquiera que pueda causarte un dragón enfurecido… Como en anteriores ocasiones, intentaremos no pasarnos con los spoilers, que el juego da para contar aventurillas sin necesidad de ir jodiendo las sorpresas a los que tengan la intencion de jugarlo… Empezamos…

Mi nombre es Onofrost. Vivía en un tranquilo pueblo costero, sin más complicaciones que salir a pescar, tener a punto la barca y los aparejos y trajinarme a la hija del alcalde de vez en cuando hasta que un dragón llegó a la playa. No tuve otra ocurrencia que hacerme el gallito delante de mi novieta y, como suele pasar cuando te enfrentas con un palo a un gargantuesco reptil alado, acabé muerto. El dragón me arrancó el corazón ante los aterrorizados aldeanos. Y después resucité. Así, a pelo, dando un susto de la hostia a los que velaban mi cadáver. Y tenía una horrible cicatriz luminosa en el pecho.

Mi abuela siempre dice que soy el más hermoso de la aldea

Entonces todo se fue al garete. Mi sosegada existencia se vio alterada al ver como todos los vecinos me miraban recelosos. El Arisen, me llamaban. El alcalde me dijo que ya no podía quedarme, que tenía una misión muy importante que cumplir. Yo creo que aprovecho la situación para mantenerme alejado de su niña… Viejo cabrón… Si supieras lo que le he hecho yo a tu hija no la mirarías con los mismos ojos…

Cogí los bártulos y me dispuse a empezar un viaje sin ninguna meta concreta, pero cuando me disponía a abandonar el pueblo me apareció un maromo con una extraña marca en la palma de la mano. Me dijo que formaba parte del pueblo de los peones. “¿Peones?” le dije yo “No conozco muchos peones… Todos me dicen que son oficiales segunda”. Me explicó que la misión de los peones no era solo hacer mezcla y cargar ladrillos, sino que debían servir de apoyo incondicional al Arisen.

Por lo menos ya tenía con quien charlar por el camino. Mi nuevo compañero dijo que había un campamento cerca en el que podríamos obtener algunas respuestas. Y nada más llegar, nos dimos cuenta que no hacía falta subir al piso de arriba para encontrarnos con la fiesta. Un enorme cíclope estaba armando gresca en la puerta y unos cuantos soldados estaban intentando mantenerlo a raya. Pero a mi aún me duraban los humos de ser nombrado Arisen y no dudé en subirme al pescuezo del monstruo para demostrar que yo los tengo más gordos.

¡El Arisen de bufanda!

Fue difícil, pero gracias a eso me gané el respeto de la guarnición y me dejaron acercarme a la piedra con la que puedo invocar a los peones. Entonces apareció mi propio peón: una despampanante pelirroja de turgentes senos, hábil con la magia y espero que con las manos también. Me dijo su nombre: Thorpeda. Y había venido para servirme. Entonces eché una ojeada y decidí prescindir de los servicios del chavalote que me encontró a la salida del pueblo para elegir a dos bellas señoritas como nuevas acompañantes. Y, como siempre se dice que es bueno tener de todo en el grupo de aventureros, elegí a una rubia y a una morena. Junto a Thorpeda así no faltaba de nada en el grupo… Bueno, una chinita tal vez…

Esta pelirrojilla es mi Thorpeda… ¿A qué está buena?

Pero la tranquilidad no duró demasiado… Algo gordo llegó para que fuera necesario una vez más hacer ostentación de mis habilidades como luchador… Pero eso mejor os lo contaré otro día…

Thorpeda está abierta a proposiciones de lucir palmito para otros Arisen. Para contratar sus servicios de forma más económica, mi PSN ID es Wernario. Así entre colegas no me enfado si la chavala se ha ido de juerga con otros.

Project Eternity, 33 días después

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