Análisis: New Super Mario Bros. 2

Escrito por en Análisis - 16 octubre, 2012

No tengo ni la más remota idea de cómo se valora un Super Mario. Controlar a Mario sigue siendo tan divertido como hace veintisiete años. Lo decía Bruno, muy bien dicho, en su review para GamesTM: son las croquetas de tu abuela. Pueden ponerte delante unas croquetas cocinadas con unas trufas exquisitas y muy raras desenterradas del magma por una raza de cerdo en peligro de extinción, bien presentadas en un plato cuadrado y las croquetas de la abuela siempre van a saberte mejor.

Hablo exclusivamente del movimiento de Mario. De coger velocidad para saltar, de la distancia de frenada, de golpear ladrillos, de disparar bolas de fuego, de pisar setas y tortugas. A estas habilidades se fueron sumando otras como rebotar contra las paredes y agarrar objetos para lanzarlos. Todas bien encajadas. Es un engranaje perfecto que ha colocado al fontanero en el trono del género. Y merecidamente, creo yo.

Pero, por muy redonda que sea la franquicia en este aspecto, se necesita algo más. Ese algo es el diseño de niveles y power ups. Super Mario Galaxy 2 es el ejemplo más claro de cómo hacer bien las cosas. Mario seguía siendo el mismo y las mecánicas de gravedad ya estaban vistas en el primer ‘Galaxy’, pero la secuela superó al original haciendo que cada nivel se basara en una idea inteligente o mezclando ideas anteriores. Super Mario 3D Land siguió esta línea, con menos éxito que ‘Galaxy 2’, pero con buenos resultados.

A New Super Mario Bros. 2, en cambio, le faltan propuestas brillantes. El objetivo principal es acumular un millón de monedas doradas. Super Mario el avaro. Super Mario el judío. Hasta ahí, todo bien. Muchos grandes juegos de la franquicia han tenido una idea central que articulaba el resto del juego: en Super Mario 64 fue el salto a las 3D, en Sunshine era el agua, en Super Mario World fue Yoshi y en Super Mario Galaxy fue la gravedad. Todos cogían estos argumentos, los retorcían, les daban vueltas y sacaban todo el jugo. Esto apenas sucede en ‘Mario: Atrapa un millón’.

Jew Super Mario Bros. 2 for GOTY. Ballesteros hace esta puta magia con Photoshop.

La saturación de calderilla sí repercute en la mecánica de alguna manera: te detienes a recogerlas, buscas caminos más difíciles para alcanzarlas y cometes errores más a menudo. El ritmo cambia, pero si dejas de lado la codicia es un paseo. Es una forma tramposa de sumar dificultad y duración cuando debería ser un camino para explorar nuevas formas de manejar a la mascota de Nintendo. Esconder las monedas-estrella con más mala baba de la habitual o complicar el acceso a algunas zonas (te obliga a llegar hasta un lugar con un power-up específico que no puede conseguir en el nivel donde te encuentras; te pide cantidades disparatadas de monedas-estrella para acceder a niveles secretos) son otras tácticas que Nintendo ha usado para alargar un poco más el juego.

Incluso los disfraces están mal aprovechados. Muchos de los mejores juegos de Mario coinciden en algo: los power-ups no sirven para ponerte las cosas más fáciles, sino para obligarte a jugar de otra forma. Para que eso funcione, el diseño de niveles y los poderes tienen que ponerse de acuerdo. Eso aquí no pasa a menudo.

El regreso del traje de mapache a las 2D queda manchado por unos escenarios con poco espacio para coger carrerilla y volar. La deseada hoja marrón aparece con la misma frecuencia que la flor de fuego, pero en muchos niveles su utilidad es escasa. La nueva flor dorada viste a Mario de burbuja de Freixenet y convierte todo lo que toca en una orgía áurea. Esto sí encaja algo mejor con el concepto fundamental del juego. Los proyectiles dorados se llevan por delante enemigos y ladrillos convirtiéndolos en monedas. Destruye y divierte. También está bien metida la nueva cabeza de ladrillo del fontanero, que le surte de monedas mientras esprinta y nos obliga a hacer un poco el cafre si queremos hacer fortuna (lo dicho: es más difícil porque nos la jugamos más para enriquecernos).

La ‘fiebre del oro’, en cambio, sí que anima a rejugar para acumular monedas. Se trata de una contrarreloj de tres pantallas con una sola vida en el que tenemos que intentar acumular todas las monedas posibles. Jugándolo así, gana bastante. Una pena que solo haya tres niveles en este modo. Curiosamente, es justo esta parte del juego la que Nintendo está ampliando con DLC de pago. Ups.

Tampoco os llevéis las manos a la cabeza con todo esto que he dicho. La decepción ha escrito buena parte de este análisis en mi nombre y tenía ganas de ahondar en algunas dolorosas meteduras de pata, pero el juego entretiene y engancha, al menos durante la primera vuelta. Me dejo un puñado de niveles ocultos sin jugar, por falta de ganas, pero no puedo prometeros que no lo haga en un futuro. Que es un Mario, maldita sea.

P.D.: El chiste de Jew Super Mario Bros. 2 surgió en una conversación en El Piso Ilustre con Alejandro Retro y Postfapshotgun, El cojonudísimo montaje es de Ballesteros. Medio análisis es de ellos.

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