El Remake del año

Análisis: Wonder Boy-The Dragon's Trap

Escrito por en Análisis - 16 junio, 2017

Wonder Boy era una de esas proto-mascotas de SEGA que pugnaban por ser el muñequito pintado en la caja de las consolas. Lo tenía todo en su contra: Wonder Boy pasaba de ser un muchachito rollizo que corría por la jungla a un guerrero acorazado que montaba en un dragón en posteriores entregas. Si le preguntas a un chaval que basa su cultura videojueguera en ver gameplays de youtubers por Wonder Boy va a pensar que le estás hablando de un dildo. Y, pese a todo eso, Wonder Boy tiene uno de los mejores juegos de la denostada Sega Master System. Han tenido que pasar 28 años para hacerle justicia.

Hay pruebas por escrito que en esta casa nos molaba Wonder Boy: The Dragon’s Trap antes de que se hablara del remake. El que suscribe se pasó un verano entero explorando todo lo que podía dar de sí el juego, tanto jugándolo de cabo a rabo como usando las contraseñas que aparecían de vez en cuando en la sección de trucos de Hobby Consolas y que nos dejaban jugar en posición más ventajosa o en situaciones ridículas. Entonces no os sorprenderá que el remake se descargara en mi PS4 el mismo día que estuvo disponible.

La nostalgia es muy puta. Llevamos marcados a fuego los juegos con los que disfrutamos durante nuestra infancia y adolescencia y muchas veces recordamos más lo que supuso para nosotros antes que el propio juego en sí. Intentar volver a experimentar ese sentimiento puede ser una verdadera decepción cuando volvemos a jugar a un juego de hace décadas; las mecánicas pueden haber quedado obsoletas y no resultar divertidas e impresionar a nivel gráfico a día de hoy resulta muy difícil debido al altísimo nivel de los Triple A. Con el remake de Wonder Boy: The Dragon’s Trap, los señores de LizardCube lo han clavado.

¿Qué es lo que queremos con un remake? Queremos adaptar un juego viejo a lo que pueda ofrecer la tecnología actual. Algo tan sencillo como eso. Si algo funciona, no lo toques. Wonder Boy: The Dragon’s Trap funcionaba de base, solo era necesario adaptar los gráficos y la música. Podrían haber transformado los sprites originales en muñecotes poligonales y fondos renderizados, pero, afortunadamente, se decantaron por transformarlo en una película de dibujos animados.

Solo con apretar un botón, podremos comparar el aspecto que lucía en la Sega Master System con el currazo que se han pegado con el remake. Los personajes y enemigos lucen ahora como nuestra imaginación daba forma a esos pixelotes y los escenarios originales, escasos de detalles como era habitual en los juegos de 8 bits, se transforman en un fondo sobresaliente para desarrollar la aventura.

La música ha sido orquestada de forma soberbia, sin que las melodías dejen de ser totalmente reconocibles pero perdiendo ese tonito machacón que obligaba a nuestras madres a gritar “¡Nene! ¡Baja la consolita!” cuando el chiptune se le aferraba a los tímpanos. Gracias a que el Dual Shock tiene casi una docena de botones más que el Sega Control Pad ya no es necesario hacer combinaciones con el botón de pausa para usar armas especiales y la gestión de inventario es más sencilla.

Pero lo que hace grande este remake es la fidelidad con la que se ha tratado al juego original: salvo pequeñas diferencias todo está en el mismo sitio donde estaba hace 28 años. Los enemigos, los cofres del tesoro, las salas secretas… El juego sigue siendo practicamente el mismo. Pero ¿Resulta divertido o solo es apto para nostálgicos?

Mis primeras horas con Wonder Boy: The Dragon’s Trap fueron un reencuentro con una forma de juego que ya había olvidado. Los puntos de control, la autocuración y la desaparición del Game Over me habían vuelto un blandito con los años. Tenía que cambiar: tenía que volver a temer hasta al enemigo más sencillo, observar rutinas de enemigos, calcular los saltos y saber esperar. Y entonces volví a disfrutarlo de nuevo. Volví a tener 12 años.

He vuelto a disfrutar de Wonder Boy: The Dragon’s Trap como si fuera la primera vez. He vuelto a enfrentarme a los dragones. He pasado de ser un dragón escupefuego a un hombre-rata capaz de trepar por las paredes. De un hombre-rata a un tritón que me permitía explorar el fondo del mar. De un tritón a un hombre-león tan fuerte para derribar muros de piedra. De un hombre-león a un hombre-halcón con el que conquisté los cielos para al final eliminar la maldición. Sin embargo, con el hombre-halcón fui incapaz de encontrar el listón que han dejado LizardCube para posteriores remakes. La Sega Master System es algo más que Alex Kidd in Miracle World y los ports recortados de Mega Drive; ahora podéis probar uno de sus clásicos con un aspecto inmejorable. A ver si después aún os parece tan buena la versión de 8 bits de Sonic: the Hedgehog

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