El bien personificado y musicalizado

Retro Amor: REZ

Escrito por en Retro Amor - 25 junio, 2015

Hablar o escribir sobre REZ sean probablemente de las cosas más injustas que puedas hacer con un videojuego como este. Más que nada porque el recitar el cúmulo de sonidos, imágenes y sensaciones que lo conforman siempre se va a quedar corto con respecto al hecho de poder ponerte a sus mandos y catarlo como es debido.

REZ nace de las entrañas de Tetsuya Mizuguchi y de United Game Artists, estudio interno seguero de principios de milenio al que en su corta existencia le fue bastante el tema musical, de hecho, sus otros grandes títulos para la 128 bits de SEGA fueron los Space Channel 5, en los que luchábamos con Ulala a base de taconazos y coreografías contra una serie de alienígenas. Además, cabe decir que tiempo atrás varios de sus integrantes trabajaron en los Panzer Dragoon, tremendos shooters de Sega Saturn en los que íbamos a lomos de un dragonazo y que supusieron el germen de lo que posteriormente pudimos ver en REZ. Este último se desarrolla en un entorno de ciencia ficción que bien podría haberlo firmado Disney para su largometraje Tron y donde nosotros, encarnados en un avatar humanoide debemos despertar de su letargo a Eden. Esta es la inteligencia artificial controladora de una red similar a Internet que ha adquirido conciencia propia, viéndose abrumada por la cantidad de datos que ha ganado a lo largo del tiempo y decidiendo posteriormente y de manera autónoma su apagado.

REZ

En este contexto, REZ toma una mecánica esencial de Panzer Dragoon, donde podíamos seleccionar a varios enemigos en pantalla antes de soltar una ráfaga que acabase con todos de una tacada. Aquí el equipo de Mizuguchi añade su toque particular, ya que no se trata únicamente de eliminar objetivo sin ton ni son, al menos si queremos hacerlo bonito, porque la música en el juego de UGA juega un factor fundamental que tiene por objetivo la fusión perfecta entre sonido y parte lúdica. Que quede bien claro que este título puede ser finalizado sin prestar atención a su banda sonora, pero eso supondría un sacrilegio de proporciones acojonantes. Y es que cada vez que matemos a quienes se van interponiendo en nuestro camino se escucharán beats que complementarán a las pistas electrónicas que van sonando en un jolgorio discotequero de la leche. Jugar a REZ bien es como conseguir una buena puntuación en Ikaruga tras haber practicado horas antes de realizar chorrocientas chains seguidas, y al nivel de satisfacción que podamos obtener se le suma el premio de escuchar una melodía bien llevada a cabo en una experiencia sinestésica como pocas en nuestro ámbito.

Lo cierto es que todo podría quedarse en este punto y sería prácticamente perfecto, pero Mizuguchi quiso dar un paso más para redondear el conjunto. El apartado visual de REZ es de esos eternamente jóvenes en un medio donde el paso del tiempo no acaba sentando igual de bien a todos. Así, muestra luces combinadas con líneas de cientos de colores que se mueven ante nuestros ojos como ondas que bailan al son de nuestra melodía, esa que tiene toda la pinta de estar mostrándose en todo su esplendor después de un buen par de pastillacas en medio de una rave, de una discoteca que nos está destrozando las piernas a base de música electrónica hasta arriba de volumen. Incluso sus enemigos, los elementos menos “planos” de todo el decorado, siguen luciendo bien, especialmente si hablamos de sus jefes finales: bichacos variados y con diferentes transformaciones aparejadas a patrones de ataque que no harán otra cosa que redondear el conjunto.

Algo tendrá cuando tras su salida en Dreamcast posteriormente ha sido reeditado un par de veces. Como muchos títulos de la 128 bits de SEGA obtuvo su versión para PlayStation 2, pero más recientemente incluso ha recibido un pequeño lavado de cara antes de dar con sus huesos en XBOX 360 tanto como refrito como germen de Child of Eden, segunda parte no tan encubierta. Y es que REZ puede ser muchas cosas: un juego corto pero a la vez enormemente satisfactorio, como un polvazo guarro sin tiempo para más, una banda sonora electrónica maravillosa o un pequeño homenaje a Vasili Kandinski, tal y como reza en los créditos. Yo qué sé, hacía años que no lo tocaba pero cuando lo he retomado he disfrutado como el primer día, porque REZ puede ser muchas cosas, pero sobre todo es putamente imperecedero.

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