Juegos que no conoce nadie, Volumen 114

Análisis: Angvik

Escrito por en Análisis - 28 mayo, 2015

Tengo una muy mala costumbre de pasarme juegos y luego no escribir sobre ellos. Lo llevo haciendo desde que abrimos El Píxel Ilustre. Flagrante fue el caso de L.A. Noire: juego cuya copia recibí pero que, como viene siendo habitual en mi persona, no realicé la crítica porque no tuve ganas. Y eso que no me desagradó. Simplemente soy un tipo al que la desidia le suele invadir con bastante frecuencia. Como esta no es una costumbre demasiado sana, he decidido dar un cambio brusco. Esto empieza por proponerme escribir sobre cualquier título que me haya pasado, sea el juego como sea. Y como todo tiene un comienzo, hablemos de Angvik.

Probablemente no sepáis de qué estoy hablando pero tampoco debería sorprenderos ya que a veces tengo una imperiosa necesidad por escribir de videojuegos que nadie conoce (hola Will Fight for Food). Juegos que están muy al fondo del armario virtual en el que acumulamos los títulos digitales. Pero muy al fondo. Detrás de tu archivo de gifs animados de gatos haciendo cosas. Eso es Angvik, un título que tiene muchas más reseñas en Steam que críticas escritas sobre él.

Angvik es un plataformas en dos dimensiones de gráficos coloridos. Su diseño es lo que llamó mi atención ya que este género junto a la coletilla indie ya está más que resquemado. Pero oye, luce bonico. Después de los gritones de horas sumergido en el pozo de oscuridad que es The Binding of Isaac, algo luminoso no estaría de más. Además, es un juego que a priori tiene muchas posibilidades ya que podemos elegir nuestro personaje entre varias clases: Rey, Lancero, Paladin, etc. A la hora de seleccionarlo el juego nos dice que «Tu padre fue…» dándole un rollo narrativo que induce a la inmersión. Nuestro objetivo es recuperar nuestro castillo que ha sido tomado por un bárbaro así que manos a la obra.

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Cuando empezamos una partida lo primero que siempre vemos es a nuestro personaje desnudo. Bueno, con unos gallumbos. Tras saltar un obstáculo encontramos a un viejete, nuestro progenitor, con su armadura y armas al lado para que las hagamos nuestras y así empecemos nuestra aventura. Es fácil pensar en Ghost & Goblins al ver esto. Es más, nuestra armadura irá desapareciendo a medida que los enemigos nos den caza. Sir Arthur podría mirar con ojillos esta suerte de retoño suyo. Lo que ocurre es que si lo hiciera probablemente tendría que aclarar a gritos que no tiene nada que ver con Angvik, que ni aunque le pagaran se quedaría cerca suyo. Porque asumamos una cosa desde el principio, Angvik no es un buen juego.

El título desarrollado por Alastair John es un esbozo de videojuego interesante: podemos llevar dos armas que se van desgastando con el uso y que controlaremos con botones diferentes, hay una serie de aceites con los que podremos embadurnar nuestras armas y armadura para conseguir distintos efectos, un ave será nuestro baúl que además puede guardar huevos (sí, huevos) que si empoyamos (sí, sí) saldrá un pájaro con la intención de inmolarse y eliminar un enemigo… Hay elementos que llaman la atención del que lo juega. Lo que pasa es que son únicamente intenciones. Buenas intenciones que al final no acaban sumando. Como cuando Florentino dice que Ancelotti va a ser el Ferguson del Madrid.

Antes mencioné Ghost & Goblins como referencia y el título de Capcom es conocido por su dificultad. Angvik no iba a ser menos, solo que lo hace por el peor camino posible. En este plataformas casi todo te mata. Pinchos, animales, peces invulnerables, árboles sonrientes… Lo que viene siendo un (extraño) reto. El problema es que contamos con una sola vida y si nuestro avatar resulta muerto tenemos que empezar desde el principio. Da igual que te hayan matado en la primera pantalla, en la segunda o en la última. Si morimos empezamos desde la casilla de salida. Y esto se convierte en un coñazo imperdonable si no somos algo diestros con un control que no destaca por su fluidez. Este plataformas 2D de aspecto colorido se convierte en una pesadilla jugable de prueba y error. Y cuando entramos en los terrenos fanganosos del «prueba y error», mal vamos. Sobre todo en un título que te castiga con volver al principio si has fallado.

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Cuando se nos da un reto se nos tienen que dar motivos para superarlo. Y Angvik no tiene ninguno ya que no tiene aspiraciones. La elección de clases es casi testimonial: las armas propias de cada clase seguramente no nos duren ni una única pantalla haciendo que cuando entremos en la siguiente nuestros personajes no difieran el uno del otro. La primera pantalla tiene coherencia respecto a sus enemigos pero a medida que avanzamos encontramos diseños muy pobres, como si el desarrollador se hubiera cansado y ya le diera igual. El enemigo final es un chiste de lo fácil que resulta terminar con él. No sé, me apena que ideas interesantes acaben en un producto aburrido de sí mismo. Al menos tiene monetes que nos atacan con una sonrisa en la cara. Bueno, todos los personajes sonríen realmente, como si el juego fuera una especie de broma que entienden todos menos el jugador.

El juego cuesta 2’99 € en Steam. Probablemente en rebajas esté por los suelos. Pero el precio no debe ser la vara de medir. Está claro que si nos hemos dejado 50 machacantes en algo tipo Quantum Theory pues puede que gritemos más que si nos dejamos tres euros en Angvik. Pero con la gran cantidad de oferta que nos encontramos ahora y con la multitud de juegos gratuitos de calidad que hay, no sé porque vais a querer perder el tiempo con Angvik. Si queréis un juego difícil porque sí, con gráficos que indican todo lo contrario y con una duración extremadamente corta, este es vuestro título. Eso de «es malo pero vale poco» es una excusa cutre, digna de las tapas con esa salsa anaranja del Tigre. Hay mejores bares con tapa gratis a los que ir en Madrid. El Quevedo, por ejemplo.

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