El padre de los beat'em up cooperativos necesita un Ilustre homenaje

Retro Amor: Double Dragon

Escrito por en Retro Amor - 14 mayo, 2014

Acabo de darme cuenta que pese a nombrarlo en varias ocasiones como uno de los juegos que más me ha marcado como jugador, no hay ningún texto dedicado exclusivamente a Double Dragon. Llegó la hora de ponerle remedio y dedicarle un merecidísimo Retro Amor a un título que debería ser reconocido por todo aquel que se denomina aficionado a los videojuegos.

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Aunque hace más de 20 años que se transformó en una tienda de souvenirs cutres, todavía podría indicarte donde estaba la máquina de Double Dragon en el que antaño era un salón recreativo en la localidad costera donde pasaba los veranos de crío. A pesar de haber cabinas mucho más llamativas, como un Hang On con manillar o una impresionante After Burner II, mis monedas de cinco duros acababan siempre en la ranura de Double Dragon.

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Una chica mona anda sola. Una pandilla de macarras se acerca y, sin mediar palabra, la dejan inconsciente de un puñetazo y se la llevan como si fuera un saco de patatas. Inmediatamente, se abre la puerta de un garaje y aparecen los dos protagonistas, Billy y Jimmy, fardando de deportivo. En poco más de 10 segundos. Double Dragon consigue plantearnos un argumento y que todos y cada uno de los píxeles de la pantalla clamen venganza ante tamaña muestra de vileza e injusticia.

Y si hay algo que estaba de moda en los 80 era arreglar los problemas mediante una exhibición constante del dominio de las artes marciales. Double Dragon no era una excepción y la única forma de recuperar a la chica era dar una paliza a cada uno de los integrantes de la banda de gamberros local. Y todo valía: patadas, puñetazos, cabezazos, tirones de pelo y codazos, además de todos los elementos agarrables (bates de baseball, látigos, cuchillos…) y arrojables (cajas, bidones, rocas…) que estuvieran a nuestra disposición para tumbar a nuestros enemigos. Hasta pegar a mujeres era algo tolerado por la sed de vendetta de los hermanos Billy y Jimmy.

La ciudad, la fábrica, el bosque y la base enemiga eran los cuatro escenarios a recorrer hasta el enfrentamiento final con Willy. Tras cuatro fases en las que los puños eran los verdaderos protagonistas, encontrarte al final a un tiparraco con ametralladora que te quitaba la chulería (y una vida) tan solo con un balazo era algo desproporcionado, y más teniendo en cuenta que no podíamos arrebatarle el arma al derribarlo como había pasado hasta ahora, aunque todos conocemos a alguien que asegura vehementemente que una vez le quitó la metralleta al jefe o que su primo lo había hecho una vez porque sabía un truco… Casi echo de menos las mentiras leyendas urbanas de la época pre-internet…

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Pero el combate con el chulo de la metralleta resultaba ser el penúltimo si jugábamos acompañados. Porque hay que reconocer que mucha de la leyenda de Double Dragon viene de ese player 2 que hasta entonces siempre había sido o bien un jugador alterno o bien un competidor. Double Dragon es de los primeros juegos que recuerdo poder jugar a dobles como cooperativo y no como un rival mas o alternando partidas cada vez que se perdía una vida. Lo mejor del juego, más allá de partirles la boca a los pandilleros, era pelear junto a un amigo y pasarse el juego apoyándose. Hasta el final. Entonces la amistad se transformaba en rivalidad y el juego no acababa hasta que uno de los dos no estuviera derrotado. Un beso de Marian conseguía lo que nunca ha conseguido la mojigata Princesa Peach: que dos hermanos luchen hasta la muerte por recibir un ósculo de la doncella recién rescatada, además de la recompensa adicional de verle las bragas a la señorita. Una batalla que normalmente perdía el menos ducho en el uso del codazo, un golpe que derribaba automáticamente y que su uso y abuso llegó a prohibirse entre los jugadores habituales durante ese último combate.

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«Después de semanas esperando el juego, la cara de gilipollas que se me quedo al ver esta mierda fue mucho más épica que una orgía de dragones»

Pero toda mi devoción hacia Double Dragon se tornó en decepción al recibir la conversión para MSX. Las semanas de espera mientras me llegaba el juego fueron dulces, esperando poder disfrutar en casa de mi arcade favorito sin gastarme la paga en continues, y desde la primera carga del juego la sensación no pudo ser más amarga. Los que se quejan de los downgrades actuales deberían experimentar en sus carnes algunas de las conversiones de recreativa de los años 80 y 90 para darse cuenta que un paquete de texturas más pobres no son nada en comparación con los ñordos XXL que nos tragamos los chavales del Spectrum, Amstrad, Commodore64 y MSX. En concreto, la versión de MSX, no solo era deficiente por tener un aspecto gráfico y sonoro peor al esperado (nadie en su sano juicio esperó un port 1:1 de una recreativa hasta que no llegaron los 16bits, pero los muñecotes del Double Dragon de MSX no tenían nombre), se cargaron sin ningún remordimiento el modo de dos jugadores, pilar base de la jugabilidad y atractivo principal del juego. Si lo llego a saber, me hubiera pillado el Renegade.

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Pero a pesar de la horrible versión para MSX y que ninguna de sus multiples secuelas haya superado al original, Double Dragon sigue siendo un juego privilegiado en mi lista personal de favoritos. Posiblemente es el culpable de mi afición por los beat’em up y juegos de tortas similares y por eso consideraba obligatorio como jugador dedicarle un texto a su altura. ¡Larga vida al Double Dragon!

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