...como lágrimas en la lluvia...

Sólo queda el recuerdo

Escrito por en Artículos - 19 febrero, 2014

Hace unos días se estrenó el ilustre Miguel Fervenza con su estupendo texto sobre Loom. Magnífico. He estado pensando desde entonces. Mi primera reacción fue un ataque nostálgico. Adoro el Loom. Me lo pasé con 9 años (y algo de ayuda) y sé lo genial que es. Es mentira. No lo sé. Apenas lo retengo en mi memoria. No sabría decir si es un buen o un mal juego. Porque de Loom, como de muchos otros juegos de mi infancia, sólo me queda el recuerdo.

Estoy seguro de haber disfrutado el Loom. Recuerdo que tenías una varita y tocabas melodías para realizar acciones. Recuerdo una historia fascinante y un montón de pantallas visualmente increíbles. Fragmentos de un mundo de fantasía que vivía con intensidad. Recuerdo mi imaginación volando. A mi padre desesperado con los puzles, como quien intenta ayudar a su hijo a resolver una fórmula matemática básica de la cual no tiene ni idea, pero tiene que saber resolver porque para eso es papá. Fragmentos. Ahora no podría analizar el ritmo del juego, ni contar su historia ni qué pasa al final con el tío de la capucha y ojos brillantes. Menos hacer un Retro Amor.

Y después de pensar en Loom, pensé en los demás. Hay multitud de juegos que no he tocado desde los 12 años. He jugado (puedo decirlo), los he disfrutado. Pero apenas los recuerdo. Para mi, Heretic es miedo y tensión. Es un tío dando mazazos y una especie de reptiles marrones con armadura. Recuerdo la experiencia e imágenes sueltas, pero no el desarrollo del juego. No sé si es largo o si lo terminé. No creo. Hace tiempo reflexioné sobre la impronta que dejan los videojuegos más allá de la representación realista de los entornos. En ese momento no caí en la situación a la que me había conducido: No me acuerdo de los juegos.

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¿Puedo decir que he jugado desde que era crío? ¿Que soy un gamer auténtico de toda la vida? Sí. Y qué, si no lo recuerdo. Una de las experiencias más intensas con los juegos fue el fin de semana non stop jugando a Transport Tycoon Deluxe. 48 horas seguidas con un amigo, construyendo juntos un imperio de los transportes. Eso es lo que yo recuerdo. Probablemente sea mentira. Serían menos horas y tampoco conseguiríamos convertirnos en los amos del capitalismo. ¿Me he pasado todas las aventuras de LucasArts? Yo qué sé, si seguramente fuera mi padre el que me solucionaba los puzles si me quedaba atascado. Recuerdo Mario Bros. como un mundo inmenso, un juego infinito sin principio ni fin. Podría ni haber jugado a muchos juegos que considero en mi palmarés de abuelo cebolleta jugón.

¿Recordaré en el futuro a los juegos que estoy jugando ahora? Ahora no me parecen tan inabarcables. Ahora sí conozco el desarrollo y la jugabilidad como para poder analizarlos. Pero, ¿lo seguiré recordando? ¿Se transformarán en experiencias distintas al cabo de años almacenados en mi memoria? En ese caso, da igual si los juegos son buenos o malos. Al final, sólo queda el recuerdo.

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