Análisis: Little Inferno

Escrito por en Análisis - 25 junio, 2013

little inferno
Sobre Little Inferno ya escribió un poco el bueno (en todos los sentidos) de Afilamazas hace unos meses. De manera muy acertada, en el texto habla más del inmenso Bulletstorm —que aprovecho para recomendar por decimonovena vez— que del propio simulador de pirómano que da nombre a la entrada. Y lo hace, mucho me temo, porque bajo su cuidada estética, sus hipnotizantes efectos flamígeros y sus decenas de referencias fáciles, Little Inferno no esconde mucho más. Tras cuatro horas (y diez minutos) lo único que ofrece el primer juego de Tomorrow Corporation —la a priori maravillosa unión entre los desarrolladores de World of Goo y Henry Hatsworth— es una mecánica que no da para más de media hora de diversión y una crítica demasiado aguda para su propio bien.

La idea sobre la que Little Inferno pone sus cimientos e intenta elaborar su crítica, es que el mundo es muy grande y hay demasiado por ver como para estar jugando a videojuegos de mierda. El problema es que por el camino Little Inferno se convierte, sin darse cuenta, en un videojuego de mierda. Entiendo perfectamente que la manera elegida para concienciar al jugador de este «problema» es abofetearlo con él en las narices. No entiendo, sin embargo, que sea necesario estar cuatro horas (y diez minutos) dando guantazos, cuando con uno o dos hubiesen bastado. Quiero decir, el mensaje que transmite no es ni más profundo ni más inteligente que el que podemos encontrar en muchos de los juegos en flash de Newgrounds, Kongregate o AdultSwim, pero estos lo consiguen transmitir en veinte minutos, no en cuatro malditas horas (y diez minutos).

Little Inferno

En palabras (más o menos) de Víctor Martín Pozuelo, buen periodista y mejor persona, diría que Little Inferno es uno de esos casos en los que «es mejor la crítica que el videojuego» (adaptación libre del «es mejor el libro que la película»). Y esto, para mí, es un problema muy serio. Me encanta que los videojuegos me transmitan algo, me emocionen, me enseñen y me aporten. Me encanta terminar un juego, mirar la pantalla con cara de incredulidad, y pensar. Aunque solo sea durante unos segundos, pensar. Aunque sea yo muy gilipollas, pensar. Little Inferno no solo a duras penas consigue hacer eso, sino que además lo hace incurriendo en la misma falla sobre la que te está intentando hacer pensar. Porque a mí, que veo por donde van los tiros a partir de la primera hora, no me hacen falta las otras tres (y diez minutos) para llegar a esa conclusión. Y porque a los que dejan comentarios positivos en la App Store diciendo que les encanta quemar cositas en la chimenea y que es la ostia porque ni siquiera hay «in app purchases«, no les has conseguido llegar.

O lo que es lo mismo, Little Inferno falla miserablemente a la hora de llegar y hacer pensar a sus dos públicos potenciales. Unos piensan que se están riendo con ellos y se revuelcan en las cenizas de sus propias carcajadas; y otros, conscientes de que se ríen de ellos, tienen que soportar las risotadas durante demasiado tiempo como para que al final tenga la más mínima gracia. Pero eh, al menos es bonito.

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