Hitman: Absolution

Escrito por en Análisis - 30 mayo, 2013

Análisis Hitman: Absolution
Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Me aproximo al autoproclamado «Rey de Chinatown» y le sigo de cerca, caminando lentamente, con mi traje negro y mi corbata roja perfectamente planchados, con las manos libres, sin llamar la atención. Me detengo al lado de un agente de policía sin quitar el ojo de encima al objetivo. Le veo pararse en un puesto de sushi al final de la calle, come un poco. Acto seguido camina hacia un callejón. Está de espaldas pero sé que ha empezado a orinar en unos cubos de basura. El pobre desgraciado ni siquiera sabe que hay un palé lleno de ladrillos suspendido sobre su cabeza. Me aparto unos metros del agente, saco la pistola con silenciador y en un segundo la cadena que sostenía el palé revienta. Me voy caminando de la escena. «El Rey de Chinatown muere en un desafortunado accidente», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

No, espera, preferiría otro titular.

Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Camino hacia uno de los puestos de sushi. Espero entre la multitud a que la vendedora se ponga a cortar pescado y, antes de que un agente de policía consiga verme, robo un poco de fugu (el pescado que casi mata a Homer Simpson). Rápidamente me dirijo al final de un callejón, donde sé que está el puesto de sushi preferido del «Rey de Chinatown». El cocinero que está delante aparta la vista para echar una calada y, en un suave movimiento, aliño el plato que acaba de preparar. Espero unos segundos y camino hacia la salida de la calle mientras veo al «Rey» llegar al puesto de sushi. Unos instantes después, mientras abro la puerta, escucho a la multitud pidiendo ayuda. «El Rey de Chinatown muere al comer pescado venenoso», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

Hitman: Absolution

No, espera, preferiría otro titular.

Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Diviso el coche del objetivo aparcado en un callejón y me aproximo sin llamar la atención. Hay dos agentes de policía. A uno lo distraigo tirando una botella cerca, al otro lo reduzco silenciosamente evitando matarlo. Sin perder tiempo planto un explosivo plástico bajo el coche y lo golpeo levemente para hacer sonar la alarma. Mientras me alejo del vehículo veo a su dueño, «El Rey de Chinatown», acercarse a ver qué ocurre. Lo que ocurre es una explosión que le hace salir volando en varias direcciones simultáneamente. «El Rey de Chinatown muere en una explosión», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

No, espera, preferiría otro titular.

Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Me apresuro a uno de los puestos de sushi y robo un poco de veneno sin que nadie me vea. Sé que el llamado «Rey de Chinatown» es adicto a la cocaína y sé que su camello vive en el edificio frente a la plaza. Burlo la seguridad que hay en el portal y entro rápidamente. Cuando abro la puerta me encuentro al camello de espaldas, hablando por teléfono. Espero a que termine de hablar, lo incapacito y lo escondo en un armario. Me pongo su ropa y echo el veneno sobre la coca que hay encima la mesa. Sin perder tiempo salgo de nuevo a la calle, le digo al «Rey» que ya tengo su «mierda» y le acompaño al piso. Estamos solos y podría matarlo de mil formas distintas, pero le dejo esnifar su propia muerte. «El Rey de Chinatown muerto por sobredosis», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

No, espera, preferiría otro titular.

Hitman: Absolution asesino

Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Sigo al «Rey de Chinatown» abriéndome paso lentamente por entre la multitud. Al cabo de unos segundos llegamos a una zona ligeramente apartada, cerca de su puesto de sushi preferido. Hay un agente de policía cerca, al que distraigo lanzando disimuladamente una botella al suelo. Antes de que el guardia regrese, y mientras el blanco se inclina frente al hueco de una alcantarilla, una patada en el culo lo hace desaparecer. «El Rey de Chinatown cae a una alcantarilla y muere», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

No, espera, preferiría otro titular.

Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Camino lentamente entre la multitud. Diviso al «Rey de Chinatown» haciendo lo propio y no me lo pienso. Desenfundo y delante de decenas de personas lo fulmino a disparos. Dos guardias intentan darme el alto pero no les doy tiempo a reaccionar. Antes de que llegue el equipo SWAT a la zona hay otro policía muerto más en el suelo. Yo, por supuesto, ya he desaparecido para entonces. «El Rey de Chinatown acribillado en plena calle», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

No, espera, preferiría otro titular.

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Es día de mercado y la calle está totalmente abarrotada. Eso no me impide detectar al blanco como lo que es: un cadáver que todavía no sabe que debe dejar de respirar. Veo que el «Rey de Chinatown» está bebiendo café y veo que lo deja en la mesa de su cenador privado, dentro de la plaza. Rápidamente me agencio un poco de veneno de pescado en un puesto que hay justo al lado, distraigo al guardia que hay vigilando, y vierto el veneno en el café. El guardia me mira raro, pero no me da el alto. Al cabo de un par de minutos, cuando ya estoy a punto de salir de la plaza, veo a lo lejos al «Rey» beber su café. Su último café. «El Rey de Chinatown envenenado a sangre fría», es como si pudiese leer el titular del periódico de mañana.

Bah, es igual, cualquier titular vale.

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