Binary Domain

Escrito por en Artículos - 25 febrero, 2013

Binary Domain
Hay ocasiones en las que soy incapaz de entender cómo funciona todo este aparentemente sencillo mundo de los videojuegos. A la crítica especializada, por llamarla de alguna forma y que todos nos entendamos, se le caen los dedos de tanto llorar en portales y revistas que quieren cosas nuevas y no siempre el mismo sucedáneo de Call of Duty o Gears of War —del que por otro lado parecen no hartarse nunca. Al jugador de a pie, el que va a pie a la tienda y determina en última instancia si un juego vende diez copias o diez millones de copias, eso de la innovación le da exactamente igual; solo quiere pasarlo bien en lugares comunes (como ha vuelto a demostrar el éxito de ventas de Aliens: Colonial Marines). Por eso se me escapa que un producto como Binary Domain, que combina tan magistralmente ese «tener algo diferente» con el «esto a mí me suena», se pueda dar un batacazo tan descomunal en ambos frentes y pasar desapercibido de una manera tan obscena.

Binary Domain es, con diferencia, mi shooter en tercera persona preferido de esta generación. Los motivos para ello son muchos y muy variados, pero empezaré por los que afectan directamente a las partes en las que no estás apretando el gatillo, que son las que en última instancia me hacen querer seguir apretando, o no, el gatillo (del mando).

La historia de Binary Domain sitúa al jugador en un futuro no muy lejano en el que los robots se han convertido en un elemento tan habitual para el ser humano como lo puedan ser una tostadora o un retrete. Son una herramienta más, y como tales cumplen su función dentro de la sociedad moderna. El problema llega cuando —y esto es el punto de partida del juego— de manera totalmente azarosa, el gobierno de los Estados Unidos descubre que desde hace más de medio siglo hay robots integrados dentro de la sociedad humana, que desconocen completamente su condición. Esto supone una grave ruptura de la convención en la que las grandes potencias acordaron precisamente no llevar nunca la inteligencia artificial tan lejos, por lo que una alianza de países decide enviar un comando integrado por fuerzas especiales americanas, francesas, británicas y chinas, para infiltrarse en Japón y traer al responsable ante la justicia. Dan Marshall, nuestro carismático protagonista, es uno de los dos americanos elegidos para la misión… que por supuesto sale mal de todas las formas posibles.

Binary Domain shooter

El guión, que se desarrolla sorprendentemente bien y consigue ir más allá de la simple historia de replicantes que tanto me gusta, queda en un segundo plano en el mismo momento en el que sale a relucir el que para mí se alza como gran punto fuerte del juego: la interacción entre los personajes. Tal y como sucede en otros juegos, como Alpha Protocol, es posible entablar amistad con el resto de integrantes del grupo de asalto, para obtener diferentes beneficios e incluso alterar la historia y el propio final. Para ello normalmente nos bastará con no dispararles, hacerlo moderadamente bien durante los combates, contestarles a sus preguntas sin ser un gilipollas integral, e interesarnos por ellos cuando tengamos un tiempo muerto. Un excelente ejemplo de la influencia que tiene el sistema de relaciones dentro de Binary Domain es que si llegados a un determinado punto de la historia nos llevamos muy bien con «la chica», hay posibilidades de tener un encuentro amoroso con ella… siempre y cuando también nos llevemos bien con el integrante francés del equipo, ya que de lo contrario este nos interrumpirá fastidiando el espontaneo affair.

Este detalle, no obstante, no es más que uno de los muchos elementos realmente curiosos que rodean a Binary Domain. Otro, esta vez alejado de las relaciones dentro del elenco protagonista, es que a lo largo de todo el juego no matamos a un solo ser vivo. Es más, durante la aventura tan solo dos personas mueren y a ninguna de ellas la mata ningún miembro de nuestro escuadrón. Por supuesto, esto es debido a que los enemigos son en su totalidad robots japoneses que ni sienten ni padecen, y a los que hasta resulta divertido desmembrar. De hecho, parte de la mecánica del juego nos incita a disparar a los miembros de los enemigos, ya que de esta forma se obtienen más puntos, con los que es posible comprar mejoras para las armas y los personajes en los terminales de venta repartidos por todos los escenarios.

Binary Domain 3

Alejándonos un poco de la historia y los personajes, que son suficientes para situar a Binary Domain por encima de la gran mayoría de títulos del género, está la propia mecánica de pegar tiros y todo lo que la envuelve. Mejorar las armas de los personajes es algo que ya hemos visto en algún que otro juego, pero que no deja de ser un detalle interesante. Ahora bien, el elemento que marca la diferencia es el de los nano-implantes que nos permitirán darle mejoras a cada personaje. Como si de un inventario se tratase, tendremos una cuadrícula sobre la que encajar diferentes potenciadores. Los hay que mejoran la salud, el daño cuerpo a cuerpo o la precisión de los disparos, y será cosa nuestra equipárselos tanto a nuestro protagonista como a sus acompañantes. Una buena idea, por ejemplo, sería ponerle a Bo (el negro grande) un par de implantes que mejoren la salud y la resistencia a los disparos, y darle órdenes de que cargue siempre al enemigo de frente.

Esto de las órdenes es otro elemento que también se ha visto en algunos juegos (como en los Mass Effect, sin ir más lejos), pero que en Binary Domain funciona especialmente bien. Y lo hace uno, porque nos permite plantear estrategias como las del ejemplo anterior; y dos, porque dependiendo la confianza que tengamos con cada miembro del grupo, estos nos harán más o menos caso. Por supuesto podemos intentar hacer la guerra por nuestra cuenta y no prestar atención a nuestros compañeros, pero sería tan absurdo como jugar a Bulletstorm con la mentalidad de un Call of Duty (algo que, según me consta, más de uno hizo). De esta forma, el tema de las órdenes de equipo alcanza una dimensión bastante más interesante de lo que para mí nunca han tenido en un juego del género… del que a lo tonto a lo tonto lo estoy jugando casi todo, por cierto.

Binary Domain 4

Llegados a este punto podría parecer que lo que más me gusta de Binary Domain es todo lo que no tiene que ver con pegar el lomo a coberturas y disparar como un loco. Y es así. Pero es así porque todo eso es muy bueno, no porque acribillar hordas interminables de robots sea aburrido en ningún momento. Todo lo que debe funcionar en el juego de SEGA desde el punto de vista de un buen shooter en tercera persona funciona a la perfección. Y si tuviese que ponerle algún pero, no lo haría, porque no los tiene. Aquí, sintiéndolo mucho, no puedo evitar acordarme de Specs Ops: The Line, un título del mismo género del que también me encanta todo lo que rodea al intercambio de disparos, pero que aguanta bastante peor el tipo a la hora de apretar el gatillo.

Al principio del texto decía que no entendía cómo es posible que un juego de la calidad de Binary Domain pase tan desapercibido como lo ha hecho. Y me temo que es algo que nunca entenderé. No lo entenderé porque tengo la triste impresión de que el juego, si se hubiese llamado Mass Effect y tuviese a Shepard en la portada, no solo habría vendido mucho más, lo cual es perfectamente lógico, sino que se habría llevado mucha más atención y mimos por parte de la prensa. Una pena. Una pena que podéis aliviar agenciandoos el juego en cualquiera de las muchas ofertas de Steam, por entre cinco y diez euros.

Drop A Beat, Giuseppe!

Raciones de Epildoritas #96