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Retro Amor: Armored Warriors

Escrito por en Retro Amor - 14 diciembre, 2012

Nunca he sido un fanático de las series de robots. Evangelion es la única que ha conseguido llegar a lo más profundo de mi ser pero más bien porque realmente no se trata de una serie de mechas al uso. Tampoco he disfrutado mucho de juegos con armatostes gigantes como protagonistas. Ni siquiera engendros mecánicos como Megaman han llamado mi atención. El único videojuego protagonizado por robots que he disfrutado y gozado como perra en celo ha sido Armored Warriors.

Los robots gigantes tipicamente japoneses me producen mucha pereza. Es pensar en alguno y una mueca de bostezo se antoja en mi rostro. Jodido aburrimiento de robots. Armored Warriors es un caso diferente. Ya sea porque se trata de un frenético beat’em up o porque el día que lo conocí tenía alguna brecha en mi sistema cerebral, tampoco es algo que me cuestiono a menudo. Pero Armored Warriors es un título que me enamoró en cosa de segundos.

Mi primer contacto con él fue dado en esa típica actividad que se daba tanto en los salones recreativos de catar un juego con los ojos ya que no había pesetas en el bolsillo. La culpa de ello seguramente la tuviera el dichoso Tumblepop, juego del mal que nunca pude pasarme a base de raciones de 25 pesetas. Pero esa es otra historia. Armored Warriors tiene ese tufillo a beat’em up de la vieja escuela que atrae a cualquiera, todo ello aderezado con una ambientación futurista con los robots con protagonista. La historia es la de siempre: malo maloso quiere que convertirse en el guerrero definitivo y hace que reine el caos en la sociedad. Bah, no nos importa lo más mínimo. Aquí hemos venido a aporrear botones. Y cuando conseguí panoja lo hice, vaya que sí.

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Armored Warriors nos permite ponernos al mando de cuatro robots gigantes que deberán combatir las hordas enemiga. Cada uno de ellos tiene unas características diferentes y confieso que mi debilidad por el color amarillo siempre me llevó a seleccionar la unidad FORDY, el robot más rápido de todos. Lo manejaba la única mujer del plantel, la teniente Sarah White llamada «Siren» en la pantalla de selección. Son detalles que no interesan a nadie pero que dicen mucho de mi amor hacia al gualdo color y a las mujeres.

Antes decía que el juego de Capcom me enamoró rapidamente y eso se debe a dos mecánicas que presenta el videojuego y que a mi me encandilaron. En los típicos «yo contra el barrio» de toda la vida siempre hemos podido coger las armas de los enemigos y usarlas en nuestro beneficio. Bien, Armored Warriors va un paso más allá y como los enemigos a los que nos enfrentamos son robots gigantes, pues podemos coger las partes de su cuerpo que salgan desprendidas al eliminarlos e implantarlas a nuestro cuerpo metálico. Esto hace que nos convirtamos en una suerte de cacharreros andantes para confeccionar la máquina que más nos convenga. Y no solo estamos hablando de convertir nuestros brazos mecánicos en armas de destrucción sino que también podemos coger las piernas, o la pieza mecánica con la que se desplacen, de los enormes cachivaches.

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La segunda mecánica que siempre me llamó la atención es la referida a los enfrentamientos con los jefes finales. Enormes mechas que ocupan practicamente toda la pantalla hace que nuestros personajes parezcan minúsculos en comparación. Pero no hay porque preocuparse si estamos jugando dos o tres personas a la vez. Armored Warriors permita que nos unamos todos jugadores en una especie de Megazord impresionante para poder combatir al enemigo. Cada uno pasa a ser una de las partes de este nuevo robot y así podemos empezar el festival de golpear botones como si no hubiera mañana. Nunca había visto que un juego permitiera esto y a mi me tocó la patata. Lo malo es que uno dependía para ello de que tuviera un compañero al lado para poder convertirte en Papá Mecha y esto a veces nunca se daba. Cabe decir que nunca pude jugarlo con tres personas ya que las recreativas en las que lo he jugado solo podían hacerlo dos personas. Puta vida.

Armored Warriors luce genial aún hoy en día. Todo fruto de esa maravilla llamada CP System II, una placa que ha repartido mucho amor en forma de excelsos videojuegos. Una infinidad de explosiones se van sucediendo sin que la recreativa tiemble y eso es obra de la placa de Capcom. Extrañamente no he conocido a demasiada gente que conociera este maravilloso beat’em up por lo que era de obligado cumplimiento que tuviera su rinconcito en esta casa ilustre. Hostias como panes, robots, personalización nunca vista en el género y la posibilidad de que los robots se integren en un mecha gigante. Vamos, lo que se llama HAMOR.

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