Turning japanese

Escrito por en Artículos - 2 noviembre, 2012

Un día, un showrunner japonés se encuentra con un vídeo de ‘Quién quiere casarse con mi hijo’, el reality de Cuatro de los jueves por la noche. Un vídeo bien traducido al japonés, con unos subtítulos muy buenos. El tipo  es un genio de los realities japoneses y se enamora del formato, lo quiere para él. La cadena se rasca el bolsillo, le paga a Mediaset buenos yenes y empiezan a adaptar 息子と結婚したいと考えている para que sea un pelotazo de programa en el país del sol naciente.

Las bases se mantienen: hijos y madres eligen esposa y nuera de entre un puñado de pretendientas. Pero ya en el casting se nota el filtro extremo de la tele nipona: hay un hikikomori, un rocker, un otaku pasado de rosca, un hardogay y un empresario de éxito, cada uno con su harén de gals y lolitas. Los encuentros también son en spas y restaurantes, hay besos a traición, hay testimonios a cámara, hay lágrimas, hay algún pezón. Pero el realizador se toma la licencia de enviarles putaditas inesperadas en vivo. Humor Amarillo para llegar hasta la cita, laxante en la comida, falsos tiroteos con falsas muertes y auténticos ataques al corazón, pruebas de Ninja Warrior… Yo qué sé, The Cabin in the Woods 2.

Mientras les hacen estas faenas a los tronistas asiáticos, un recuadrito en la esquina inferior derecha de la pantalla conecta con un plató donde el presentador, un par de chicas florero y algún invitado más están partiéndose el hojarasco a costa de estos desgraciados.

Los japoneses tienen un sentido del espectáculo agudísimo, pero lo desarrollan en direcciones muy diferentes a las nuestras. Y por eso nos estalla la cabeza por varios cada vez que nos cruzamos con la mínima chorrada de la tele japonesa, aunque para ellos sea un programa con cámara oculta de sobremesa.

Con el Jeanne D’Arc de Level-5 para PSP pasa algo parecido.

El cine occidental ha utilizado a Milla Jovovich y a Ingrid Bergman para retratar a una Juana de Arco montada a caballo y luchando al frente de miles de soldados, con asedios épicos, mucha flecha tapando el sol, mucho espadazo y mucho cadáver. Al traducir esto al videojuego, nos encontramos con títulos de estrategia en tiempo real: Civilization III, Age of Empires II. Lo que ha hecho Level-5, en cambio, es añadirle mucha (más) fantasía a la historia de la Pucelle y pasarla por el molde del rol japonés y el anime.

Jeanne D’Arc se guarda las batallas campales masivas para las cinemáticas (que tienen el sello de calidad Level-5 y son estupendas) y reduce el ejército de Juana de Arco al clásico grupo errepegero de Final Fantasy. Una veintena de personajes de los que solo utilizamos unos siete en cada nivel. La división es sencilla y muy parecida a la de la saga Fire Emblem: espadachines, lanceros, arqueros, ladrones, magos y brutos con hachas.

Algunos personajes son licencia de Level-5, pero muchos otros están dibujados a partir de personajes históricos de la Guerra de los Cien Años. El lancero Guilles, personaje con tintes emo en el juego, está inspirado en el Barón de Rais, un compañero de armas de la Dama de Orleans, dramaturgo aficionado y asesino confeso de niños. Y, joder, ¡es el tipo que inspiró el cuento de Barbazul! La-Hire, que en el juego está representado por un león antropomórfico (hola de nuevo, Fire Emblem), fue en realidad un comandante francés que estaba enfadado todo el tiempo. El duque de Bedford, Talbot de Shrewsbury o Bertrand de Guesclin son también personajes históricos representados en Jeanne D’Arc.

Sí, esto último lo he mirado en la Wikipedia. Y qué.

El tema de la santidad Level-5 lo resuelve también por lo nipón. Solo un 1% de los japoneses profesa la fe cristiana, pero Sailor Moon sí que lo han visto. Algunos personajes tienen unos brazaletes que les permiten transformarse como lo hacían las colegialas japonesas que lo petaron en los noventa. De la nada surgen armaduras espectaculares, sus estadísticas se potencian y consiguen nuevos ataques durante varios turnos. También consiguen un turno extra cada vez que matan a un enemigo. Con Jeanne transformada y bien equipada puedes ventilarte a un puñado de enemigos en un solo turno, de uno en uno, como si fuera una partida de damas.

Estas transformaciones ‘divinas’ son una particularidad del juego pero, en general, Jeanne D’Arc respeta los cánones del rol estratégico japones (Tactics Ogre, FF Tactics, Vandal Hearts, Fire Emblem, ya sabéis): casillas, turnos y números. Usa algunas mecánicas interesantes como el ‘aura ardiente’, un sistema de flanqueo que hace que, después de atacar a un enemigo, los ataques por el lado opuesto sean muchísimo más potentes. También hay algunos niveles con misiones de asedio, de fuga y de escolta, pero no se sale de lo académico en ningún momento. Tampoco lo necesita, porque como SRPG clásico lo hace todo muy bien.

Si lo ‘divino’ lo representa con armaduras mágicas, ya os imagináis cómo retrata el mal. El rey inglés, el niño Enrique VI, ha llevado a los ingleses a la guerra para destruir el mundo porque una presencia demoníaca ha tomado su cuerpo y le ha hecho casi inmortal. Recuerda cosa mala al crío maligno de Fullmetal Alchemist. Por supuesto, gracias a este poder pérfido los ingleses cuentan con orcos, dragones, trolls, arpías y demás monstruos entre sus filas. Los malos finales son demonios enormes, ‘mechas’ cárnicos con nombre de pecado capital que se alojan en el cuerpo de los sirvientes del monarca. No, el parecido con Fullmetal Alchemist no debe ser casualidad.

Jeanne D’Arc intenta respetar los hitos fundamentales de la vida de la santa, pero el guión calca por momentos a Final Fantasy VII. La desaparición de Jeanne durante una parte del juego recuerda al momento en que FFVII nos privaba de Cloud y nos obligaba a llevar a Tifa al frente del grupo. También hay un guiño obvio a la muerte de Aeris. Y no se queda ahí. Responde al eterno deseo de los fans de la saga: permite encontrarse con  el personaje fallecido e incluso resucitarlo después de completar el juego. Son los ejemplos más claros, pero seguro que se puede rascar mucho más.

Sucede lo mismo que con el reality que me he inventado al principio. La historia que intentan contar es exactamente la misma, pero ¿cómo van a privarse de insertar ‘mechas’, transformaciones, muertes, resurrecciones, cambios de bando y ataques con nombres rimbombates? Ser japonés también debe consistir en eso. Y no funciona nada mal.

Con Jeanne D’Arc Level-5 hizo un juego fantástico, de lo mejor que hay para la portátil de Sony, y de paso también firmó la hagiografía más demencial de la historia.

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