Retro Amor: Fury of the Furries

Escrito por en Retro Amor - 7 diciembre, 2011


Antes de empezar y para no levantar expectativas en determinado tipo de público: Fury of the Furries no es un juego con sensuales animales antropomorfos; si es eso lo que esperabas encontrar tras leer el nombre, lo lamento por ti. Los furries a los que se refiere el título son los habitantes del planeta Sklumph o Skweeze Land: unas monas aunque temibles bolas peludas de los noventa con caras de diminutos maniacos homicidas y que serían perfectas para colgar en el retrovisor del coche. Fury of the Furries es un original juego de plataformas que, si lo jugaste en su época, no se te habrá olvidado a día de hoy.

Los que recuerden este juego de 1993, lanzado originalmente en Amiga pero que también se disfrutó en DOS, es probable que no sepan que se trata de la cuarta y última entrega de una saga, y digo probable porque salvo éste, los demás son juegos perfectamente olvidables. Las dos primeras partes, Skweek y Super Skweek, consistían en pasear por el escenario a una amorfa bola llamada como el juego para devolver el terreno a su auténtico color: el rosa. Después vino Tiny Skweeks, presumiblemente protagonizado por sus hijos, que hacían una escapada a la Tierra. Era un juego de puzles donde tenías que llevar a cada Tiny a una meta del color correspondiente. Para compensar lo insulso de los puzles, metían tiempo y vidas para hacerte la puñeta. Fury of the Furries empieza con el regreso de esos Tinies a su planeta, donde se encuentran con un mundo hostil donde un furry malvado ha destronado al rey.


Y pensar que dos juegos atrás, la única preocupación del rey era que el mundo era azul y no rosa.

Como es normal en los plataformas antiguos podríamos prescindir de la historia, que en más de un caso sólo se mencionaba en la contraportada, y lo disfrutaríamos igual. La riqueza de este juego reside en primer lugar en su mecánica y, en segundo lugar, en los escenarios. Nuestro personaje va alternando entre distintos tipos de furry, cuyas opciones disponibles varían de pantalla en pantalla, y a lo largo de cada nivel activamos y desactivamos algunos de ellos pasando por portales de colores. Lanzas bolas de fuego, buceas, usas lianas como si fueras Spiderman o comes partes del escenario. Los furries, cuando están saltando y rebotando se aceleran más que una pelota de pinball, y en el fácil descontrol que resulta es donde está la gracia de manejarlos. Si a todo esto sumamos los portales de colores, se le añade también un componente de puzle que tiene mucho potencial.

El desarrollo se estructura en mundos de diez niveles cada uno, donde tienes que llegar hasta el elocuente cartelito de exit, esquivando pinchos, ácido, monstruos varios, etc. (el repertorio de siempre, vamos). No obstante, no basta con ir adelante sino que en nuestro camino pulsamos botones, usamos teletransportadores, movemos piedras —no sólo para desbloquear una entrada o utilizarlas como escalón, sino, por ejemplo, para subir el nivel del agua echándolas en el lago o, por el contrario, sacar una de la pared para que se escape el agua por el agujero—. Los niveles son originales y variados no sólo por sus mecanismos sino por su ambientación, en la que encontraremos mil y una referencias: Cool Spot surfeando, Caperucita persiguiendo al Lobo Feroz, zombis, pitufos, mataremos a Romeo mientras le recita a Julieta… ¡Si incluso aparece Chun-Li dando patadas! A veces las referencias son simplemente un detalle anecótico del fondo mientras que otras son parte de lo que hay que hacer en el nivel, como escapar de un murciélago que se convierte en Drácula y empalarlo.


En un nivel tienes que liberar al aprendiz de brujo para que haga su trabajo.

Todo suena maravilloso y debería serlo, pero el juego está contaminado por el espíritu predominante de aquellos años: es un reto a la paciencia del jugador. Que un nivel sea difícil es algo que muchos agradecemos, el problema viene de cómo se plantea la dificultad. La partida se salva cada cinco niveles, de manera que cuando pierdes todas las vidas vuelves a la primera o sexta pantalla del mundo en el que estés, teniendo que repetirlas otra vez (algo constante en los mundos avanzados). Por supuesto, se nos permite acumular vidas, así que esto debería darnos un cierto margen para respirar y experimentar, ¿verdad? Pues no, dado que conforme avanzas el juego, las vidas que vas encontrando están colocadas de forma que probablemente pierdas las que ya tienes intentando cogerlas. También puedes conseguir vidas llegando a cien monedas (clásico) y además existen niveles bonus escondidos donde recogerlas en grandes cantidades, pero una vez más nos encontramos con que la dificultad hace que explorar a fondo entrañe demasiado riesgo como para beneficiarte de ello, sin olvidar que además tenemos un tiempo marcado para acabar la pantalla. En aquellos años era normal pasarse juegos de una sentada, pero no puedo menos que considerar éste como desequilibrado. Hacer escenarios brillantes y poner trabas a su exploración ajenas al propio entorno es un puro desperdicio.

Cabe la posibilidad de que después de leer hasta aquí algunos estéis pensando que os suena mucho lo que cuento pese a no haberlo probado. Esto es porque Namco cogió el juego de Atreid Concept y editado por Kalisto y pensó que, siendo sus personajes bolas redondas, sería perfecto para un título del carismático (?) Pac-Man, y de esta idea nació Pac-In-Time, que no es más que Fury of the Furries con otra música, otra introducción y con Pac-Man de protagonista, pero que incluso conserva a los Tinies que aparecen en algunos fondos.


¿Realmente es tan querido ese emoticono drogadicto?

Fury of the Furries es una obra encantadora, entorpecida por esa dificultad forzada de hace dos décadas. Un juego que si no hubiese existido y alguien lo vendiese ahora etiquetado como indi, con un progreso de niveles más accesible y referencias videojueguiles más actuales que el olvidado Cool Spot, sería un exitazo. Por frustrantes que puedan ser los últimos mundos, todo amante de los plataformas 2D debería jugarlo al menos una vez. Un clásico.

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