Análisis: The Cursed Crusade

Escrito por en Análisis - 20 octubre, 2011

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Hay juegos que nacen bajo una mala estrella. Juegos que desde el primer día de su salida al mercado están destinados a ser considerados para «un público minoritario» por cualquiera que sea el motivo. En algunos este estigma viene por pertenecer a un género poco común, en otros por ofrecer una primera impresión poco atractiva, y en unos pocos más, como es el caso de The Cursed Crusade, por ser a todas luces un título de serie B. Un tipo de juego que, como sus contrapartidas cinematográficas, exige una cierta preparación y un «saber a lo que vas» por parte del jugador.

The Cursed Crusade es uno de esos juegos que desde el principio no te puedes tomar muy en serio. Su historia gira en torno a un joven caballero templario guaperas y chulesco al que le encanta llevar la espada apoyada encima del hombro, que se alía con un pícaro español cuya expresión preferida es «¡Mierda!». Este peculiar dúo protagonista, además, tiene la —mala— suerte de estar sujeto a una antigua maldición que les permite viajar en cualquier momento a un plano demoníaco en el que pueden lanzar fuego por las manos, el agua se convierte en lava y a sus cabezas les salen cuernos. Así que bueno, con este planteamiento puedes intentar tomarte en serio la historia si quieres (como me consta que se ha hecho en otros análisis), pero no es lo más recomendable. En su lugar, es preferible intentar ver más allá de las primeras apariencias y darse cuenta de que todo el guión, enrevesado y lleno de nombres franceses imposibles de recordar, no es más que una parodia de sí mismo sin más pretensiones que la de hacerte matar enemigos durante la mayor cantidad de tiempo posible.

«Esa es tu interpretación», me podrá decir alguno. «Esa es la interpretación más lógica», me vería obligado a responder en tal caso. Durante las numerosas escenas intermedias que narran la aventura de nuestros intrépidos protagonistas, seremos testigos constantes de escenas de humor y chascarrillos de todo tipo. Desde una parodia de la famosa escena de 300 protagonizada por de Bayle (el joven) con grito de «this is the crusadeeeees» incluido, hasta referencias a Seinfeld cuando Estaban (el español) se niega a meterse en el agua por miedo a que se le encoja el pene. Por supuesto también hay escenas más serias, y la historia al fin y al cabo va de asesinar a cientos de personas, pero eso no quita para que toda ella sea una parodia protagonizada por «el gabacho altivo» y «el pícaro español». La mala dirección, con cortes terriblemente bruscos por todas partes y especialmente en la recta final, tampoco ayuda a arrojar demasiada seriedad a un conjunto que tiene más de Ed Wood que de Uwe Boll.

Dejando la historia y la narración a un lado, que al fin y al cabo es lo de menos en un título de estas características, nos encontramos con una mecánica de juego bastante más profunda y difícil de dominar de lo que parece en las primeras pantallas. Para empezar, nuestro personaje puede llevar simultáneamente cuatro armas: una a distancia (arco o ballesta), una a dos manos (hacha grande, espadón, lanza, alabarda…) y dos a una mano (espada, hacha, maza, escudo…). Para manejar correctamente cada una de ellas necesitaremos «comprar» con puntos de desarrollo sus respectivas habilidades, de manera que podamos hacer combos lo suficiente largos como para aturdir enemigos, algo indispensable en los niveles más avanzados del juego si no queremos que un enemigo nos destroce por la espalda mientras le intentamos dar estopa a su compañero. No obstante, ponerse puntos de habilidades no supone automáticamente «usar» bien un arma. Para emplearla con eficacia tenemos que tener en cuenta el tipo de enemigo al que nos enfrentamos. Por ejemplo, la lanza viene de perlas para aquellos con armaduras ligeras, siendo muy poco útil contra armaduras pesadas. Mientras que el hacha, básicamente, es un todoterreno.

Las misiones en las que tienen lugar todos estos combates, eso sí, suelen ser muy cortas. Quitando las escenas en las que no manejamos a los personajes, lo normal es que la mayoría no dure más de diez o quince minutos. Pero claro, a cambio tenemos una penalización que últimamente se estila muy poco, que es tener que comenzar desde el principio si tenemos la mala suerte de morir. Y creedme, si jugáis en un nivel de dificultad distinto a fácil moriréis muy a menudo a partir del segundo capítulo. A no ser, claro está, que consigáis dominar la mecánica de combate con todo lo que ello conlleva: cambiar del plano infernal al normal en en los momentos justos, romper las defensas de los enemigos, conocer combos de memoria, desviar los ataques y saber contraatacar con el mejor arma posible. Además, si queremos conseguir una puntuación alta al final de cada capítulo tendremos que hacer las cosas bien, ya que el juego tendrá en cuenta el combo más alto realizado, la media de combos, el número de enemigos asesinados y si hemos recibido algún ataque, otorgándonos la puntuación de A a D que nos corresponda. El lado negativo de todo esto es que las misiones, pese a ser cortas, tienden a ser demasiado similares entre sí.

Llegamos posiblemente a la parte más escabrosa de The Cursed Crusade: su terrible apartado técnico. Kylotonn Games es un estudio pequeño y se nota muchísimo. Los gráficos del juego, siendo generosos, desentonarían menos en una Playstation 2 que una Playstation 3, en la que ni siquiera consiguen mantener una tasa de frames estable —que curiosamente sube cuando entramos en el plano infernal—. El problema es que el doblaje al inglés no es mucho mejor, y si bien ayuda a hacer mucho más cómico el conjunto, se hubiese agradecido más que el chiste de las voces no estuviese tanto en lo malas que resultan por momentos, como en la comicidad impresa en la entonación (por poner un ejemplo). Aún así, y pese a que como digo las voces son malas, algunas de las citas de Esteban Noviembre son terriblemente épicas. La música, que no se merece más que esta corta frase que le estoy dedicando, resulta anodina incluso para mí.

The Cursed Crusade, pese a sus carencias, que las tiene y muchas, resulta un título entretenido, divertido por momentos, muy notable en cooperativo (especialmente a pantalla partida) y con la profundidad suficiente como para engancharte gracias a su mecánica. Desde luego no estamos hablando del sistema de combate de Demon’s Souls (cosa que por suerte no pretende), pero si algo queda patente al dedicarle más de diez horas al título de Kylotonn Games, es que todo el esfuerzo y los recursos se pusieron precisamente en crear un arcade de pegar espadazos y rebanar cabezas divertido. Y lo consiguieron. Ya lo creo que lo consiguieron.

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