Ser un paquete

Escrito por en Artículos - 22 diciembre, 2010

Ser un paquete no es fácil. No es fácil porque implica muchos factores bastante molestos, siendo el primero y más fundamental el hecho de que eres muy malo y a causa de ello te estás perdiendo buena parte de la diversión de un juego. Y lo peor no es perder en diversión, lo peor es saberlo: ser consciente de que eres un paquete, de que podrías divertirte más siendo menos malo, pero mirar impotente cómo ser medianamente bueno queda muy lejos de tu alcance. Es, para que nos hagamos una idea mucho más gráfica, como ser el último elegido por los dos capitanes en el partido del recreo, mientras vemos a las niñas y chicos con sobrepeso ya preparados en cada bando.

En cualquier caso los paquetes tienen motivos para esperanzarse, ya que en realidad todos lo hemos sido alguna vez. Nadie nació sabiendo jugar, y hasta al mismísimo Daigo Umehara es posible que le partiesen la boca en sus comienzos con el Street Fighter II. Hacerse con los controles de un juego nuevo nunca es fácil, y aunque sea durante un breve periodo de tiempo, es muy fácil ser un paquete circunstancial. ¡Qué demonios! Incluso yo me dejaba matar fácilmente al principio de mi etapa como semidios del Counter Strike 1.6. Claro que también los hay que sencillamente son paquetones integrales y nunca aprenderán, gente como tú, que estás leyendo esto en busca de una solución a tus problemas de impotencia videojueguil, gente que ha nacido para ser paquete.

No hay que confundir, eso sí, los dos tipos diferentes de paquetes básicos, dos razas completamente diferentes que padecen sufrimientos distintos. Por un lado tenemos a los llamados «paquetes offline», que como su nombre indica son capaces de ser malos de cojones sin necesidad de conectarse a Internet; y por otro a los «paquetes online», una raza de paquetones más moderna capaz de trascender todo tipo de barreras geográficas.

¡Senpai soy yo!

El primero de ellos, el «paquete offline», también conocido como el «matao de toda la vida», es un clásico. En nuestra juventud (para los que tenemos ya unos añitos) todos hemos tenido un amigo que, por mucho que se esforzase, era malo de cagarse. Da igual cuál fuese la novedad del momento, no importaba el género ni la plataforma, si era un videojuego él era el peor. En el Tekken le endiñaban Perfects a porrillo, en el Gran Turismo apenas había terminado la primera vuelta cuando tú ya llevabas tres, en el Tony Hawk era incapaz de comprender que empezar una nueva maniobra a un metro del suelo era mala idea, y por supuesto, en el Counter Strike era un jodido cáncer para el equipo en el que se encontrase. A veces incluso los veíamos en los salones recreativos, como ajenos a todo lo que allí sucedía, desperdiciando moneda tras moneda en cualquier máquina. Esta gente existe. Vosotros los conocéis, es posible que incluso hayáis sido uno de ellos. Y joder, no me voy a poner a sacar trapos sucios, pero al menos un miembro de este blog pertenecía a esta estirpe.

Los «paquetes online», por otro lado, son un fenómeno mucho más reciente. Son esos paquetazos nacidos al amparo de Xbox Live, PSN o Steam. Esos figurantes del mundo de los videojuegos cuyo único objetivo es amenizar tus partidas. Aquellos que, tras una cruel derrota al Street Fighter o al Pro Evolution, se presentan ante ti dispuestos a que recuperes todo el orgullo perdido a base de hostias/goles. Ya sabéis, esos que están por debajo tuya en cualquier leaderboard a pesar de que lo hiciste rematadamente mal. Estos tipos, que son personitas humanas con sentimientos y todo, también existen. Viven en sus casas, conscientes de la frustración que producen al entrar a un bando en un juego cooperativo, sabedores de que son tan malos que contagiarán a cualquier equipo en el que caigan, y totalmente preparados para recibir los insultos habituales del «paquete online». ¿Y sabéis qué? Es posible que también conozcáis a unos cuantos de estos. Incluso es posible que vosotros seáis uno de ellos.

¡Andrés López soy yo!

Al principio dije que lo peor de ser un paquete era saber qué eres un paquete, pero desde luego no es lo único malo. Ser un paquete también entraña serias repercusiones sociales. Los paquetes, por ejemplo, no ligan. Y es que si algo aprecian todas las mujeres del mundo es a un buen campeón de Street Fighter / Tekken / Counter Strike / Starcraft. Ellas se pirran por los auténticos viciados a los videojuegos, y un paquete lo más probable es que termine recogiendo las sobras dejadas por sus superiores, algo inexistente en el ámbito videojueguil en el que no se tiran ni las migas, por lo que probablemente tendrá que cambiarse de acera si quiere pillar cacho. ¿Veis hasta dónde alcanzan las repercusiones sociales?

Como veis, ser un paquete no es fácil, y aunque hoy en día pueda parecernos que no hay nadie detrás de sus ordenadores y consolas, sí la hay. Están ahí, esperando pacientemente a que tú te conectes, dispuestos a hacerte sentir mucho mejor de lo que realmente eres, a dejarse matar tantas veces como haga falta y encajar cuantos goles sea necesario, a poner el culo si encarta. ¿Y a cambio de qué? De un poquito de amor. Eso es todo lo que pedimos, un «bien jugado» tras perder cinco combates seguidos o unas palabras de ánimo cuando la cagamos a base de bien en cooperativo y te jodemos. Quiérenos, porque nosotros te queremos a ti.

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